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España, 20 años de Amnistía Internacional

Mil novecientos setenta y ocho fue el año del reconocimiento oficial de la Sección Española de Amnistía Internacional. En aquel tiempo no se sabía qué significaba el término organización no gubernamental, y aún menos sus siglas y la opción por los derechos humanos se consideraba de izquierdas. Los miembros de la sección española pertenecían, sin embargo, a distintas ideologías y creencias: fue siempre y sigue siendo una organización plural, con una visión internacional e internacionalista del trabajo en favor de los derechos humanos.Dos años antes, en septiembre de 1976, un grupo de observadores españoles participó por vez primera en un congreso de Amnistía Internacional. Se celebraba en Estrasburgo, en la sala de los parlamentarios del Consejo de Europa, España estaba ausente de las instituciones europeas por razones obvias, y el primer aplauso a la España democrática (sin derechos humanos no hay democracia) lo recibimos los cuatro observadores españoles presentes en aquel congreso.

Mil novecientos setenta y siete fue el año de la campaña de sensibilización sobre presos de conciencia. Artistas como Miró, Calder o Botero y los medios de comunicación social de todo el mundo participaron activamente en ella. Amnistía Internacional recibió el Premio Nobel de la Paz. Los medios de comunicación de este país, por encima del criterio de noticia, publicaron con frecuencia los comunicados de prensa de Amnistía Internacional, ayudando a la consolidación de la sección española.

También la clase política jugó un papel importante. Nadie mejor situada que ella para saber de la imparcialidad de la organización, cuestionada estos días por los abogados de Pinochet y siempre por los tiranos y los hipócritas. Amnistía Internacional, al tratar apolíticamente temas altamente políticos, exaspera a muchos que la critican al no atreverse a decir en voz alta que están a favor de las prácticas que ésta combate: la tortura, el encarcelamiento injusto, la pena de muerte.

Joaquín Satrústegui tuvo la idea de que los grupos parlamentarios del Senado y del Congreso constituyentes hicieran un llamamiento en favor de la militancia en la sección española de AI y donaran una cantidad para sus fines. Aún conservo un documento manuscrito con las firmas de los portavoces que él se encargó de recoger en el Parlamento. En su casa del paseo de la Castellana almorzamos con Martín Ennals, el legendario secretario general de entonces, con ocasión de la audiencia que Su Majestad el Rey le concediera antes de partir en visita oficial a Argentina.

Por razones de objetividad, pero también prácticas (en muchos lugares del mundo es peligroso militar en favor de los derechos humanos), nos estaba vedado hablar de la situación en nuestro país. Pero el informe anual lo hacía por todos. "Durante el periodo aquí examinado ha habido frecuentes denuncias de trato inhumano o degradante en todo tipo de cárceles españolas", se publica en 1978. Agustín Rueda fue muerto a golpes en la cárcel de Carabanchel. Fueron frecuentes los atentados a la libertad de expresión. Albert Boadella, Pilar Miró, Juan Luis Cebrián, Miguel Ángel Aguilar y otros sufrieron amenazas y coacciones. La sección española fue objeto de cuatro atentados y tuvimos que trabajar con protección policial. De Huber Matos a las Madres de la Plaza de Mayo. fueron numerosos los que se acercaron para decirnos "no permitan que nada les desaliente".

En 1979 se publicó un informe sobre la tortura en España. También se habían dado pasos esperanzadores e importantes. Como presidente de la sección española solicité del Gobierno la declaración de utilidad pública, que nos fue concedida. La visita a España de Ben Bella, preso del que se ocupó el Grupo España I (junto con un ciudadano chino y el general Seregni, de Uruguay), causó sensación. Artistas por la libertad de conciencia fue una exposición en la que lal que pintores y escultores españoles donaron sus obras a favor de la sección española en 1982, e intelectuales y periodistas participaron en seminarios y mesas redondas sobre el tema de los derechos humanos.

Hablar de Amnistía Internacional en aquellos tiempos es citar a gigantes del siglo XX: Bertrand Russell, Erich Fromm, Sean Mac Bride. En la revista del Instituto Internacional de Derechos Humanos fundado por René Cassin -uno de los redactores de la Declaración Universal cuyo cincuentenario recordamos ahora-, Mac Bride publicó en 1969 un artículo pionero y profético: "Es necesario establecer un Tribunal Internacional de derechos humanos así como un Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos". Habrá que esperar a la década de los noventa para que Mary Robinson sea nombrada Alta Comisionada para los Derechos Humanos y a junio de 1998 para que se firme en Roma el Estatuto del Tribunal Penal Internacional, hecho de extraordinaria importancia.

En una encuesta reciente, el 80% de la ciudadanía europea se manifiesta comprometida con la causa de los derechos humanos. La oficina de Amnistía Internacional en Bruselas acaba de difundir un documento en el que insta a los países de la Unión Europea a trabajar por la abolición universal de la pena de muerte, vergonzosamente vigente y profusamente aplicada en Estados Unidos, a aportar soluciones al tema de la inmigración ilegal, a que exista una mayor transparencia en lo tocante al comercio de armas y aborda otras cuestiones igualmente candentes. Su secretario general, Pierre Sané, describe el papel positivo que la Shell o la British Petroleum, a instancias de la organización, han desempeñado en favor de los derechos humanos, en Nigeria y Colombia respectivamente. El mundo empresarial tiene también un papel importante que jugar en este sentido que hay que potenciar.

Amnistía Internacional es una aventura moral. Subraya la frágil pero necesaria dignidad del hombre y se compromete con los valores democráticos. No podemos obviar, al hablar de derechos humanos, el tema del dolor o el de la explotación. En nuestras sociedades opulentas, la privatización a ultranza de la vida se traduce en el abandono del intento de transformar la sociedad, en el desprestigio de lo público y en la apatía política. Atrapados en escándalos menores, nos mostramos indiferentes al escándalo tremendo que supone que 358 personas tengan activos que superan el ingreso anual de los países donde vive el 45% de la población mundial, o al escándalo mayúsculo que suponen la miseria, la ignorancia, la insalubridad y la guerra. La Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 es un valioso punto de partida. Nada menos pero nada más.

La sección española de Amnistía Internacional viene contribuyendo hace ya más de 20 años al empeño humano obligatorio por erradicar la tortura en el mundo, devolverle la libertad a quienes la merecen y proteger el derecho a la vida en medio de los tremendos conflictos políticos de nuestro tiempo.

Silvia Escobar es lingüista y experta en Derechos Humanos. Fue socio-fundador y primera presidenta de la Sección Española de Amnistía Internacional.

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