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El año que vivimos peligrosamente

Joaquín Estefanía

1. Para los países europeos, 1998 entrará en la historia como el año en el que se aprobó la moneda única. En el mes de mayo, 14 de los 15 países de la Unión Europea (todos, excepto Grecia) pasaban el examen exigido en el Tratado de Maastricht y cumplían, con más o menos limpieza contable, los datos imprescindibles de estabilidad macroeconómica, definidos en los criterios de convergencia: déficit público, inflación y tipos de interés reducidos, tipos de cambio estables y tendencia a la baja de la deuda pública. Once de estos países -Reino Unido, Suecia y Dinamarca renunciaron voluntariamente- formaron el área euro. Entre ellos España, que figuraba en el primer minuto de un hito europeo; antes lo estuvo en la Europa del mercado interior y en la Europa de la cohesión social.2. La significación de la moneda única no sólo supuso una operación histórica a largo plazo, sino que se materializó de forma inmediata. La crisis financiera, que había comenzado casi un año antes en el Extremo Oriente, tuvo mucha menos repercusión en Estados Unidos y en Europa que en el resto del planeta. La huida de capitales desde los países emergentes hacia las zonas seguras -la busca de la calidad- se detuvo en el Primer Mundo. Nada ha recordado las sacudidas histéricas en el sistema monetario europeo de la primera parte de los años noventa. El euro devino, sin mayores teorizaciones, en una moneda refugio. La crisis financiera (recuérdese la secuencia: países asiáticos, Japón, Rusia, América Latina) revitalizó la vieja dialéctica Norte-Sur. El consenso sobre cómo conseguir una prosperidad compartida se quebró, y no ha habido casi ninguna reflexión compartida entre países ricos y pobres acerca de los retos que aguardan a un mundo en el que la desigualdad de la renta y la riqueza es mayor que nunca.

3. Dentro de la Unión Europea ha cambiado la sensibilidad política de la mayor parte de sus Gobiernos, motivado por el voto de sus opiniones públicas. Las elecciones alemanas, que dieron el triunfo a los socialdemócratas (que gobernarán junto a los verdes) después de 16 años de hegemonía conservadora (democristianos, socialcristianos y liberales), y el cambio de líder en Italia (Máximo D'Alema por Prodi) dentro de la coalición de centro-izquierda, se añadieron a la corriente socialdemócrata que antes habían protagonizado Blair, Jospin y Guterres. La izquierda rosa varió las prioridades, aunque no el paradigma de la política económica. En algunos sitios, a esto se le ha denominado tercera vía, siguiendo la estela de Blair. Ahora se habla más de empleo y de crecimiento que de inflación o déficit; más de algún tipo de control de los capitales que de desregulación (una prueba ha sido la desaparición de la agenda pública del Acuerdo Multilateral de Inversiones); de cohesión social más que de política monetaria. En definitiva, se incide más en la política que en la economía. El año 1999 será testigo de si se pasa de las palabras a los hechos. Un elemento contradictorio es la tentación de recortar el fondo de cohesión y los fondos estructurales, que beneficiaría, dentro de la UE, a los países más ricos.

4. España arranca el próximo ejercicio en una parte del ciclo envidiable, como muestran las perspectivas que hacen la mayor parte de los organismos multilaterales: crecimiento del PIB superior al de nuestro entorno; inflación y déficit públicos a la baja; intensa creación de empleo, aunque partiendo de un porcentaje altísimo de desempleados, etcétera. La economía es el gran activo del Gobierno Aznar, al que le queda la gran prueba de no salir perjudicado en los escenarios de la financiación europea.

5. Una prueba del nuevo papel de Europa es que en esta ocasión, a diferencia de las anteriores, no sólo no se ha quedado aislada de la oleada de fusiones que afecta al mundo empresarial, sino que ha liderado algunas de las más significativas (Daimler-Benz y Chrysler; Deutsche Bank y Banker Trust; Hoechst y Rhone Poulenc, etcétera. La de Lagardère, GEC, Daimler y Alenia está a punto). La concentración del capital es una de las características más acentuadas de nuestra época, la de la globalización.

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