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Un maldito 8

Algunas tabernas de Madrid ' perdieron' por un número el 'gordo' de Navidad

, Viva Dios, que nunca muere. Y si muere, resucita. La suerte recorrió el 22 de diciembre las calles del centro de Madrid. Se paró en todas las puertas, pero no entró en ninguna casa. Un desastre, porque resulta que el número que llevaba la gente del centro era el 21.956.Un maldito 8 que no hizo millonario a la mayoría de los habitantes de la zona más castiza de Madrid. Maldito 8, porque, si hubiera sido el 21.856, aquí hubiera ardido Troya. No ardió. Y sólo una decepción controlada hizo del sorteo cantarín de la radio la historia de un fallo que tampoco nadie esperaba que fuera el gran acierto.

Manolo, el de La Sixta, un bar de la calle de Calatrava, había repartido participaciones de diez pesetas entre sus clientes. Ahora, cada uno cobrará sesenta pesetas por cada una de las papeletas que Manolo regaló. Una tontería, porque, al final, lo que sus clientes cobren no va a dar ni para una cerveza.

Otros, como Tomás y Joaquín el de Blanco, otra taberna, o el otro Tomás, el del vermú, llevaban una participación de 3.000 pesetas. Son los más afortunados, y con sus 18.000 cobradas -seis pesetas por cada una invertida- podrán al menos celebrar su particular Nochevieja.

Los más listos se empeñan en demostrar a los afortunados que no ha sido por un número, que en este sorteo se juega con bolas, con lo cual la suerte no ha dependido de un maldito 8, sino de los miles de bolas que llenaban el bombo de la fortuna. Son ganas de buscar justificaciones matemáticas a lo que todo el barrio ve como un caso clarísimo de mala suerte.

Si aquí hubiera tocado, dicen que el dinero habría estado muy repartido. Se habla de que el número lo trajo un mecánico, pero otros aseguran que a ellos se lo dio un fontanero.

Posiblemente, ninguno lleve razón y hayan sido los propios vecinos los que hayan adquirido en alguna administración de lotería del barrio el billete maldito.

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¿Hay tristeza? Ni por lo más remoto. Porque todos confían en que la suerte, "que es grela, fallando y fallando" llevará en algún momento a la victoria. Queda el sorteo del Niño, donde volverá a resucitar la ilusión de convertirse, de la noche a la mañana, en millonarios. Todos confían en que en esta ocasión podrán resarcirse de la decepción del día 22 de diciembre.

Los dioses de la suerte se mueven entre la ironía y la desesperación. No importa. No importa. A veces los dioses juegan con los hombres. Y juegan para hacerles vivir en la ilusión. ¿Es que acaso es poco?

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