No lo destituyáis
Bill Clinton, el primer presidente en este siglo que podría ser destituido por el Congreso, ha prometido luchar "hasta la última hora del último día" de su mandato. ¿Tiene razón al resistir a los ataques republicanos? Completamente. Un proceso judicial en el Senado podría paralizar la ya entumecida y debilitada Casa Blanca, pero los políticos republica nos han realizado una amenaza constitucional a Estados Unidos mucho más grande que el descrédito. La infidelidad no es un delito sujeto de acusación para la destitución. Los futuros historiadores le culparán, pero se reservarán sus más severas críticas para la mayoría republicana de la Cámara baja, que ha usado todas sus papeletas para empujar hacia una votación partidista del impeachment. (...) Las esperanzas que suscitó al principio de su primer mandato de una sociedad más justa se evaporaron cuando adoptó el programa electoral republica no para ganar en su segundo mandato. Esto tampoco es un crimen para que lo destituyan. De hecho, otra figura parlamentaria, Bob Livingstone, dimitió tras las revelaciones sobre su infidelidad. (...) Clinton, claro está, ha mentido y ha sido un hipócrita. Se trata de una cuestión de proporción: ¿debería ser destituido como presidente o condenado por perjurio una vez que haya dejado el cargo? Sus ofensas se quedan cortas ante los "graves delitos y faltas" que se requieren para un proceso de destitución. Censurarlo en el presente y perseguirlo en el futuro, claro que sí, pero el Senado debe dar marcha atrás en el grave proceso de destitución.
21 de diciembre
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