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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Israel da el paso

UNA SEMANA después de que Clinton abandonara Oriente Próximo asegurando que los acuerdos de Wye entre Israel y los palestinos estaban de nuevo encarrilados, el Parlamento israelí votaba anoche, tras un tumultuoso debate, la celebración de elecciones anticipadas. La medida, exigida por la oposición laborista y hecha retóricamente suya por el propio Netanyahu tras ver rechazado su llamamiento a un Gobierno de unidad, viene a reconocer la incapacidad del primer ministro para mantener la cohesión de su Gabinete derechista a propósito del proceso de paz -más teórico que real- y asegurarse la imprescindible mayoría parlamentaria. El proceso electoral, cuya fecha está por decidirse, congela definitivamente la simbólica retirada israelí de los territorios ocupados en Cisjordania y Gaza y coloca una preocupante interrogación sobre el inmediato futuro del precario plan de seguridad a cambio de tierra. Netanyahu había preparado a conciencia el escenario en los días precedentes. Con Clinton todavía en Gaza, el jefe del derechista Likud dejó claro que no cumpliría con la retirada parcial de sus tropas anunciada para el 18 de diciembre. Este domingo, en vísperas del crucial debate del Parlamento, Netanyahu, que nunca se ha sentido cómodo en el traje de pacificador, se inventaba una nueva batería de condiciones a cumplir por los palestinos -contra la opinión expresa de la Casa Blanca- para continuar el repliegue militar israelí. Su redundante exigencia principal: que Arafat renuncie a la declaración unilateral de independencia palestina anunciada para el 4 de mayo. Y en conexión con ella, el deseo del primer ministro, que seguirá en funciones al frente de su alianza de partidos derechistas y religiosos, de celebrar los comicios a finales de abril, para explotar electoralmente el impacto emocional entre los suyos del próximo cataclismo.La decisión de adelantar las elecciones israelíes más de un año (estaban previstas para mediados del 2000) viene a confirmar el hecho conocido de que el Gobierno de Netanyahu, elegido en 1996 por un estrecho margen, tenía los días contados tras la firma en octubre de su acuerdo con Arafat. Una situación admitida en los últimos tiempos incluso dentro de sus propias filas y sentenciada la semana pasada por la dimisión del ministro de Finanzas, un estrecho consejero del primer ministro, a pesar de que las leyes del Presupuesto danzaban en el Parlamento.

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Netanyahu anticipa las elecciones y congela el pacto con los palestinos

En el horizonte se dibuja ahora, cuando menos, una inevitable parálisis diplomática. Pero quizá se avecinan tiempos peores. Una larga campaña electoral y el proceso posterior de forjar una coalición en Israel significará con seguridad un recrudecimiento de la protesta palestina. A Yasir Arafat no le será fácil contener el resentimiento de un pueblo alentado por la reciente visita de Clinton y ya escarmentado por el bloqueo israelí de su parte en los compromisos sellados en Maryland. Lo ocurrido en Irak tampoco va a favorecer el compás de espera. Y para acabar de complicar el cuadro, el presidente de Estados Unidos, la única persona capaz en teoría de romper el enroque de posiciones en el conflicto, sufre su propia agonía política. La atrofia que ya planea sobre Washington por el próximo comienzo del juicio político a Clinton en el Senado no dejará de repercutir en un contencioso cuyos protagonistas han sido encanallados por décadas de odio, violencia e insuperable desconfianza.

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