El Juli, sobreprotegido

Siguen sobreprotegiendo a El Juli. Su primero de la corrida del pasado domingo, que parecía un utrero, fue devuelto ante la bronca del público al verlo salir. Para su segundo, que hizo sexto, hicieron un cambio en corrales sin previa autorización del juez de plaza, y también este toro fue protestado por no aparentar la edad reglamentaria. Este tipo de broncas que ocasionan los toretes que le escogen a El Juli en parte desmerece su actuación, aunque a los apasionados julistas les da lo mismo.Al terminar el paseíllo, los 35.000 espectadores le tributaron un minuto de aplausos a la memoria del torero de leyenda y torero de época Antonio Ordóñez, fallecido el día anterior en España. Después de devolver al ratón que apareció en tercer lugar, se corrió como tercero bis un astado de Xajay, cuando el primer reserva debería ser de la ganadería anunciada en el cartel.

A este camelo (animal sin trapío) El Juli lo veroniqueó con firmeza y decisión, con la pierna de salida genuflexada y en su quite que adornó con faroles invertidos. Banderilleó con exposición pero la colocación fue trasera.

Al principio su muleteo fue atropellado por la incierta y agresiva alimaña, pero no se amedrentó ante el adversario, que doblaba las manos a medio recorrido. En el embroque de un pase El Juli fue zarandeado y esto provocó que aflorara su vergüenza torera.

Sin importarle el peligro que corría, se plantó estático en la cara de la res y con mucho valor y sitio sacó una admirable faena que brindó a la memoria del maestro de Ronda. Culminó con una entrega total en un soberbio estoconazo.

Batalló el diestro madrileño con el suelto sexto de la ganadería de Xajay, protestado por chico al salir y pitado en el arrastre por manso.

Óscar Sanromán logró lucirse con el que abrió plaza, a base de bajar las manos. Lo hizo con la capichuela en ajustadas chicuelinas, así como con la sarga cuando enhebró tres series de plásticos derechazos.

Tomó Óscar Sanromán los palos con el cuarto y entusiasmó a la concurrencia. Aunque su trasteo fue largo al final, se dio cuenta de que, dejándole el engaño en la cara, el cornúpeta le repetía y ligó dos series de templados redondos. Regaló el manso sobrero y allí borró la artística labor que había logrado en su lote.

Con el segundo de la corrida, Alfredo Gutiérrez tuvo deseos de triunfo, pero sólo logró detalles en una serie de naturales. Ante el quinto, pitado en el arrastre por descompuesto, Gutiérrez dio la impresión de falta de oficio.