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Países islámicos piden ayuda a Pujol para edificar una mezquita en Barcelona

Jacinto Antón

Una delegación de representantes diplomáticos de países islámicos, entre ellos ocho embajadores, pidió ayer a Jordi Pujol la colaboración del Gobierno catalán para construir una gran mezquita en Barcelona destinada a los más de 40.000 creyentes musulmanes que viven en la ciudad y su área metropolitana. El proyecto, para el que diferentes asociaciones islámicas se comprometen a aportar 2.300 millones de pesetas, precisa de un solar de entre 12.000 y 20.000 metros cuadrados. La mezquita se construiría a partir de una mezcla de estilos: otomano, andalusí y modernista catalán.

La mezquita debería estar construida en un plazo de cinco años en un lugar céntrico de la ciudad. El proyecto es una iniciativa de la Casa del Libro Árabe, entidad que agrupa a varias asociaciones islámicas españolas. El representante de la organización, Mowafach Kanfach, fue uno de los miembros de la delegación islámica que viajó ayer a Barcelona para visitar en el Museo de Historia de Cataluña (MHC) la exposición L"Islam i Catalunya, -organizada por el museo y el Institut Català de la Mediterrània- y que después almorzó con Pujol. El presidente del instituto, Baltasar Porcel, aportó su granito de arena al asunto de la mezquita que, dijo, se denominará Mesquita Major, recalcando que ésta, además de medersa y otras dependencias culturales, tendrá escuela de catalán. La prevista visita de diplomáticos islámicos a la exposición, que reúne 114 piezas arqueológicas, un buen número de ellas de valor excepcional -también se presentó ayer el documentado catálogo de las mismas-, estuvo mediatizada por la actualidad del ataque estadounidense a Irak. Los diplomáticos aprovecharon para pedir "entendimiento mutuo y respeto" entre Occidente y los países musulmanes, y el director de la Misión de la Liga de Estados Árabes, Mohammed Larbi Daoubi, acusó a EE UU de actuar de espaldas a las Naciones Unidas. Podría parecer que no era el clima ideal para visitar una exposición, pero al poco pudo verse a los señores embajadores, que alabaron la exhibición, extasiados ante las huellas de la civilización andalusí en tierras catalanas. El marroquí Alí Ben Bushta, inclinado sobre una vitrina, musitaba embelesado las frases de un valiosísimo Alcorán del siglo XIII. El egipcio admiraba una arqueta almorávide. El embajador iraní intentaba discernir el sentido de una gran tela con una cruz -alusión a las galeras que surcaban el Mediterráneo-. Afortunadamente, los diplomáticos no repararon en la inscripción fijada en una pared: "Son tan moros y perros como eran antes", dirigida en el siglo XVI contra los moriscos poco antes de su expulsión. En el ámbito videográfico -una especie de gran zoco o plaza donde se proyectan testimonios de emigrantes islámicos en Cataluña-, los diplomáticos pudieron observar una imagen más que amable: compatriotas suyos muy felices trabajando de músicos, restauradores, educadores, jugando a fútbol sala e, incluso, enrolados en una penya castellera. Un taxista palestino alabó a la sociedad catalana por su capacidad de integración, propia, apuntó, de pueblos que han sufrido mucho. Porcel había señalado poco antes que ya está bien de enfatizar siempre los aspectos más deprimidos de la emigración, y que eso son cosas que hay que contextualizar en un marco más global que el catalán, para no falsificar la realidad. "La relación intercultural en Cataluña marcha francamente bien, hay algún pequeño incidente, pero el conjunto funciona de manera satisfactoria", recalcó. Su exposición le da la razón. En la recta final de la visita, los diplomáticos pasaron ante un panel con recortes de prensa -tan amables como los vídeos- en los que les habrá sido fácil reconocer a sus anfitriones Porcel, que sale retratado 8 veces, y Pujol, 12. Por cierto, Joaquim Molins sale 2 veces: una de ellas al presentársele como candidato a la alcaldía barcelonesa, noticia de relevancia más bien dudosa para el discurso de la exposición.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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