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Estudiantes de Cádiz hacen prácticas de acuicultura con la cría de doradas y lenguados La industria de los peces es un mercado floreciente en la Bahía

En los sótanos de la Facultad de Ciencias del Mar de Cádiz, doradas y lenguados, preciados productos gastronómicos del mar, nacen, crecen y procrean gracias a la mano directa del hombre en una serie de tanques llenos de agua salada procedente de la Bahía gaditana. En estos recipientes, de capacidad y tamaño diversos, se experimenta con una docena de doradas hembras y machos "sementales" con el objetivo de potenciar la capacidad de reproduccion. "Se cuida hasta el más mínimo detalle", explica Gabriel Mourente, profesor titular en las asignaturas de Acuicultura y Nutrición Marina, quien sabe que cualquier alteración o descuido pueden dar al traste con el trabajo de semanas. De los huevos saldrán unas criaturas de apenas tres milímetros con una boca de 90 micras (un milímetro son 1.000 micras) que, aunque parezca mentira, piden comida, por lo que se articula un complejo proceso de elaboración de su alimento. Lejos de una simple adquisición de provisiones, hay que producir en primer lugar el fitoplancton en unas cubetas con aireación permanente. Hasta una veintena de especies distintas de algas unicelulares que luego servirán de alimento del zooplancton, pequeños animalitos de 100 a 150 micras llamados rotíferos. Alimentación Estos se convierten en la principal presa de las larvas de peces, moluscos y crustáceos: ya está creada la comida que sustentará la primera fase de existencia de los alevines. Lo demás será esperar a que engorden hasta convertirse en hermosas doradas y lenguados. "Todos los pasos del proceso se realizan con mimo y celo": en el laboratorio de apoyo se miden los parámetros del agua tales como el PH, la salinidad, temperatura, oxigenación, nutrición y calidad de los cientos de litros producidos con fito y zooplancton. "Resulta necesario aplicar un tratamiento preventivo para eliminar los elevados riesgos de afección para el ejemplar", explica Gabriel Mourente. Los alumnos participan en todos los pasos de esta cadena que conforman la actividad básica de la acuicultura que se aprende con las asignaturas de Acuicultura y Patología e histopatología de especies cultivadas. Los alumnos adquieren la suficiente formación para competir en un mercado cada vez más floreciente en los esteros y salinas de la Bahía de Cádiz. Los jóvenes que se decanten por esta especialización tienen la oportunidad de ampliar su formación con la titulación específica de Técnicos en operaciones acuícolas que se imparte en un Instituto de Formación Profesional de San Fernando (Cádiz). "Hemos llegado los últimos a este mundo", reconoce en un ejercicio de modestia Gabriel Mourente, que subraya el papel pionero del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía, perteneciente al Ministerio de Educación y Cultura y del Centro de Investigación de Cultivos de las Especies Marinas (CICEM) dependiente de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta. "En esta tarta somos sólo una de las patas", explica, al tiempo que resalta el valor de la empresa privada que en la bahía está polarizada por las firmas Cupimar y Acuinova Andalucía, productoras de millones de ejemplares marinos. "Allí también realizan prácticas un buen número de estudiantes", subraya, esperanzado por una futura mayor dotación presupuestaria y por la aprobación de algunos proyectos como la crianza del atún rojo. La visita, y con ella la clase, ha concluido. La lona que cubre los tanques de agua reposa de nuevo en su posición natural; la luz se apaga y se cierran las puertas: las doradas y lenguados recuperan la tranquilidad necesaria para cumplir con su deber. "Así evitamos que se estresen y se fastidie el invento", concluye Mourente.

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