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Tribuna
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Hierro

La estimulante sorpresa de que José Hierro ganara el Premio Cervantes llegó acompañada de algunas connotaciones del poeta que me parecieron reducciones de su talla poética. Por ejemplo, se dijo que se le premiaba por su tenacidad y se insistió en su vinculación con la poesía social, sin aclarar de qué poesía social se hablaba. Mucho más tenaz que Hierro era el defensa lateral izquierdo del Real Madrid Chendo y no por eso le dieron el Cervantes. Si se alude a la tenacidad biológica de José Hierro, capaz de sobrevivir para dar tiempo a que le dieran el Cervantes, se trataría de una tenacidad que depende exclusivamente del código genético del poeta y a nadie le han dado el Premio Cervantes por su código genético. Ni siquiera a don José García Nieto.Hay que aprovechar la ocasión para clarificar la significación de la poesía española de la inmediata posguerra, especialmente la que hicieron unos poetas como Hidalgo, Blas de Otero y José Hierro, a manera de rebelión prometeica tratando de pensar y expresar, es decir, conocer el desastre de la condición humana, subyacente bajo y sublimado sobre el desastre sensorial del repugnante franquismo. Estamos ante un trío de poetas de excepción respondiendo a la expectativa promocional o generacional de la angustia existencialista. Por eso es reductivo calificar de poetas sociales a Hierro o a Blas de Otero, no porque la poesía social fuera mala o inconveniente, sino porque fue tan social o tan poco social como toda la poesía. Hierro consiguió transmitir la mirada del perdedor como sensible, interesado, subjetivo, lúcido apologeta de una historia hecha por sus víctimas, la vida como autoinmolada cotidianidad, en la sospecha de que lo histórico tiene postrimería. Lo personal no va más allá del epitafio.

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