Adiós al último reducto de "casas baratas" de Barcelona
La historia de Bon Pastor es la de un barrio pegado a uno de los polígonos industriales más importantes de Barcelona. La convivencia entre sus 11.000 habitantes y las empresas es pacífica desde que se trasladaron las fábricas más contaminantes. Más levantiscos soplan los vientos entre los inquilinos de las 781 viviendas, más conocidas como las casas baratas. El motivo que les quita el sueño es la reforma que quiere impulsar el Patronato Municipal de la Vivienda (PMV), que consiste en derribar estas casas de miniatura para sustituirlas por pisos. Este núcleo de viviendas de planta baja se levantó en 1929 y es casi calcado de otros que emergieron como setas para albergar a las personas que habían llegado aquellos años a la capital catalana al calor de la Exposición Universal. Detrás de cada una de estas puertas a ras de suelo se encierran muchas humedades y un alcantarillado que se pone a prueba cada vez que llueve, pero también un cúmulo de vivencias de las que estos días hacen balance unos inquilinos que no han necesitado pasar nunca por la notaría a firmar una escritura para sentir suya la vivienda. Los 40 metros cuadrados de que constan la mayoría de las casas han marcado una existencia familiar apretada que les ha empujado, sobre todo en verano, a hacer vida en la calle. La preocupación que mantiene insomne a la mayoría salta a la vista. Una parte importante de los 2.400 residentes en las casas propiedad del PMV están jubilados y opinan igual que su vecina Isabel: "La reforma nos llega con 30 años de retraso". Ella explica que si estuviera en edad laboral activa no le asustaría embarcarse en la compra de un piso. "A mí me comía la humedad, pero lo peor ya ha pasado. Ahora estamos solos mi marido y yo, los hijos se han casado y nos parte por la mitad que nos hablen de comprar un piso nuevo". Los alquileres que pagan son en muchos casos de 1.000 pesetas mensuales, cantidad que saben que no les alcanzará ni para los gastos de la escalera del futuro bloque. Los pensionistas no pueden evitar cierto vértigo cuando piensan en costearse un nuevo domicilio y se obsesionan pensando en cómo podrán hacerlo con una paga que les alcanza justo para ir viviendo y darse algún gusto al que a estas alturas no están dispuestos a renunciar. Los viajes del Inserso o, como cuenta Isabel: "Me he comprado un aparato de aire acondicionado y los veranos aquí ya han dejado de ser un derretirse". En el Ayuntamiento les han dicho que nadie quedará sin piso en el barrio y ellos saben que su calidad de vida mejorará, pero la gran incógnita que les atormenta es cuánto tendrán que pagar. No les tranquilizan los responsables municipales cuando afirman que cada cual pagará en función de sus ingresos. Cambiar la mentalidad de alguien que siempre ha vivido de alquiler y que las reparaciones de las casas las asumía en muchos casos el PMV no es fácil a estas alturas. Muchas amas de casa reconocen que se han pasado la vida deseando una vida más holgada, como Ginesa Paredes, que tenía cinco años cuando sus padres la llevaron a Bon Pastor y ahora va a cumplir 74. Les preocupan las condiciones de pago, pero no quieren ni oír hablar del vitalicio, o sea, el sistema que les permitiría disfrutar del piso mientras vivan y, al fallecer, el PMV recuperaría la titularidad de la finca. El concejal del distrito de Sant Andreu, Eugeni Forradellas (IC), calcula que en el plazo de 10 años las casas baratas de Bon Pastor se habrán borrado del mapa y en su lugar habrá edificios para un millar de viviendas, de una altura no superior a las cinco plantas, con una superficie entre 70 y 90 metros cuadrados. En su doble condición de concejal del distrito y de presidente del PMV, Forradellas ve con optimismo el futuro de Bon Pastor ya que el kilómetro y medio escaso que le separa de La Maquinista (Sant Andreu) y su proximidad a la futura estación del AVE en la Sagrera considera que sin duda le beneficiarán. El edil de IC destaca el esfuerzo inversor que ha hecho el Ayuntamiento en la presente legislatura para equilibrar las carencias que presentaba este barrio respecto a otros del distrito. En las calles de Bon Pastor se respira ambiente de pueblo más que de barrio. Pese a los defectos que algunos le encuentran, nadie de los preguntados lo cambiaría por otro lugar de Barcelona. Desde la asociación de vecinos, su portavoz, Ángel Pérez, reconoce que se han hecho muchas cosas, sobre todo en el último mandato, pero no se olvida que desde 1990 Bon Pastor sigue figurando en la lista de espera de barrios que aguardan la llegada del metro.
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