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El Artista, antes Prince, muestra su ingenuidad y misticismo en Madrid

El cantante, que vuelve a España para dar tres conciertos, debuta en Zaragoza el día 17

El misticismo se ha puesto de moda entre las estrellas del rock. Pero el asunto no está tan claro. El redentor antidiscográficas baja de una limusina de ocho metros de eslora y lee una solemne declaración de amor a Mayte García. Y luego resulta que El Artista hace firmar contratos hasta a los periodistas, y cuando los fotógrafos se niegan a renunciar al copyright, él y Mayte sólo se dejan hacer fotos durante un minuto.

El Artista ha llegado de Miami a las 9 de la mañana. Viene, vestido de lamé y dorado, con tacones y lleno de cadenas de oro, para promocionar una mini gira europea de nueve conciertos que arranca en Lisboa el próximo día 15 y pasa luego por Zaragoza (día 17), Barcelona (día 18) y Madrid (día 20). Las entradas cuestan 4.500 pesetas, 5.400 si son con reserva de asiento. El Artista promete tres horas de show, la actuación estelar de Larry Graham ("un patriarca del funk"), nuevas canciones del último disco, New power soul, nuevas versiones de viejas canciones (su próximo trabajo será un disco con siete versiones distintas de su gran éxito 1999), y viejas canciones tal como fueron siempre ("hay canciones que son como hijas mías y no las abandonaré nunca").Después de 20 discos, y a sólo dos meses vista de su liberación total del conflicto con el conglomerado Warner Brothers, su antigua compañía, El Artista parece menos dedicado a crear cosas nuevas que a retocar masters antiguos. La explicación es bien sencilla: "De los antiguos sólo me queda el 15% de los beneficios, el otro 85% se lo queda la Warner, que por cier-to tarda siempre un año en pagarme".

Tal vez por eso mismo, tampoco se esfuerza mucho en vender su música tantas veces genial y su directo siempre fabuloso. El enorme talento de este afroamericano que lleva dos dedos de maquillaje encima y una peluquera siempre a su lado se ha encauzado hacia otros caminos aparentemente menos comerciales y desde luego mucho más laberínticos: más que como músico, El Artista habla como un esclavo liberado, como un pope que vende dulzura, amor y alegría, bondad y pureza para todos. Tanto, que si no fuera porque es tan tímido y tan mimoso que achucha sin parar el brazo de la sonriente, guapísima y pequeñita Mayte (están hechos a escala), El Artista parecería un telepredicador en plena actuación.

Y no. El es un Todo a 100 de humanidad, sinceridad y clarividencia. "Los contratos y las ceremonias que el hombre ha inventado para el matrimonio son sólo una energía que conduce al divorcio", empieza leyendo. "Nuestro ideal del amor y nuestra creencia en un solo Dios no cabe ahí. Nosotros somos socios para la vida. Y no somos sólo un hombre y una mujer, sino parte de una raza, de la raza humana", continúa. Y remata: "El momento en que los habitantes de este hermoso planeta recuerden y ejerzan de verdad la ley universal de Dios, amor para todos, ése será el momento en que se acabe el sufrimiento y la pena".

Nadie pregunta si esa separación conlleva algún tipo de pacto económico, pero El Artista anuncia que la boda espiritual con Mayte será el 14 de febrero de 1999, añade que ha venido a España antes de ir a Portugal porque Mayte adora este país, deja caer que ella está montando una casa en España. Finalmente explica los motivos de sus sucesivos cambios de nombre: "Cuando me llamaban Prince nadie me trataba como tal. El símbolo era una forma de evitar tener que firmar autógrafos y un truco para alejarme de mi ego. El Artista me gusta mucho: me siento en paz, feliz, lleno de amor y de vida. Toco 30 instrumentos, nunca echo de menos la inspiración, y no le temo a nada. El temor es ignorancia, y yo lo entiendo todo".

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