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Encontradas en Chechenia las cabezas de tres británicos y un neozelandés secuestrados

En Chechenia, república caucásica teóricamente integrada en Rusia, pero independiente de hecho, la única ley que rige es la de la selva. Ayer se tuvo una prueba de ello al ser encontradas en una carretera, cerca de la frontera con Ingushetia, las cabezas, sin cuerpo, de tres técnicos británicos y uno neozelandés secuestrados el 3 de octubre en Grozni cuando instalaban un sistema de telefonía móvil. No son los primeros secuestrados que mueren en Chechenia. Ni siquiera una buena provisión de guardaespaldas, que cobran sus servicios a precio de oro, garantizan la seguridad de nadie

Numerosos Gobiernos, empezando por el ruso, desaconsejan viajar a Chechenia excepto cuando sea estrictamente imprescindible y tomando todo género de precauciones. Pero ¿qué protección es suficiente si el mismísimo jefe de la brigada antisecuestros, el general Shadid Bárguishev, murió por la explosión de una mina al paso de su vehículo precisamente el mismo día, 25 de octubre, en que se disponía a lanzar una gran operación de rescate de rehenes? Ni el trabajo humanitario es un seguro de vida, como demostró, en diciembre de 1996, el asesinato a sangre fría de la enfermera española de la Cruz Roja Fernanda Calado y de cinco de sus compañeros.Los británicos Darren Hickey, Rudolf Petschi y Peter Kennedy y el neozelandés Stanley Shaw emprendieron, al parecer, su trágica aventura chechena por encargo del Gobierno de Grozni, que desarrolla en circunstancias muy difíciles la enorme tarea de superar la ruina provocada por la guerra contra el Ejército ruso, que fue derrotado estrepitosamente entre diciembre de 1994 y agosto de 1996. Vivían en un complejo protegido por numerosos hombres armados, pero eso no bastó. Unos 20 bandidos se los llevaron tras un tiroteo con sus guardaespaldas. Uno de ellos identificó ayer las cabezas.

El viceministro ruso del Interior, Vladímir Rushailo, aseguraba recientemente por televisión que los cuatro extranjeros llegaron a Chechenia por invitación de una empresa privada, no fueron registrados y no tenían un contrato oficial.

Muchas empresas, que temen tanto por la seguridad de sus ejecutivos como las complicaciones y el coste de los eventuales secuestros, han tachado a Chechenia del mapa de sus posibles inversiones. Se explica que el presidente Aslán Masjádov considere la matanza como un desastre político e incluso personal.

No le ha durado mucho la alegría a Masjádov por la liberación, a finales de septiembre, de otros dos británicos. En esa ocasión, como casi siempre, hubo mucho dinero de por medio, procedente en buena parte del magnate ruso Borís Berezovski. Algunos medios publicaron entonces que este banquero y empresario, en el centro de muchos de los conflictos políticos y económicos de los últimos años, intentaba ganarse un refugio seguro en Londres.

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