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Yeltsin deja tres horas el hospital para destituir por incompetente al jefe de su Administración

Antes incluso de que, hace dos semanas, fuera hospitalizado con neumonía, Borís Yeltsin, de 67 años, no podía trabajar más de tres horas diarias. Ése fue precisamente el tiempo que estuvo ayer en el Kremlin antes de volver a ponerse en manos de los médicos, y le bastó con esos 180 minutos para remover hasta los cimientos la poderosa Administración presidencial, en un intento de reafirmar su desfalleciente poder. Valentín Yumáshev, el jefe de esta especie de gobierno paralelo, fue destituido por incompetente. La misma suerte corrieron tres de sus adjuntos.

Toma el relevo Nikolái Bordiuzha, un veterano del KGB (la policía secreta soviética) que seguirá además al frente del Consejo de Seguridad Nacional. La gran pregunta era ayer si este reajuste refuerza o disminuye los poderes de Yeltsin. Lo más probable es que ni lo uno ni lo otro, aunque caben pocas dudas de que éste pretende, cuando menos, combatir la opinión generalizada de que ha dejado de ser el presidente efectivo de Rusia, tanto por su progresivo deterioro físico como por la derrota frente al Parlamento que cristalizó hace tres meses con el nombramiento de Yevgueni Primakov, de 69 años, como primer ministro. El portavoz del Kremlin, Dimitri Yakushkin, de 41 años, aseguró ayer que Yeltsin estaba profundamente disgustado con el trabajo de su equipo en la lucha contra el extremismo, el separatismo y la corrupción. Según él, el líder del Kremlin cree que "todo lo que ha ocurrido recientemente socava la confianza en la autoridad presidencial, y eso le parece inadmisible". Entre los reproches concretos a Yumáshev y los suyos, Yakushkin citó la deficiente coordinación con las estructuras de poder, un eufemismo para lo que en Rusia se llama "ministerios de fuerza": Interior, Defensa, Justicia y Servicio Federal de Seguridad (FSB, rama interna del antiguo KGB).Yeltsin, añadió el portavoz, ha tomado el control directo del Ministerio de Justicia y de la policía fiscal (algo difícil de creer, ya que le cuesta controlar hasta sus propios pasos) y ha pedido a Bordiuzha que mejore el funcionamiento del aparato presidencial. Éste se incorpora ya al Consejo Nacional de Seguridad, un órgano consultivo que alcanzó su máxima influencia cuando estuvo dirigido en 1996 por el general Alexandr Lébed, al que dio tiempo a concertar la paz en Chechenia antes de que Yeltsin le agradeciese el apoyo a su reelección con una patada en el trasero.

Yumáshev, de 40 años, el "hombre invisible", como a veces se le llama en la prensa, en la que trabajó muchos años como periodista, era considerado hasta hace poco uno de los hombres más influyentes de Rusia, mucho más allá de lo que habría justificado su cargo. Cuando Yeltsin era la única vara de medir el poder en Rusia, Yumáshev tenía acceso a su despacho y a sus dachas, y formaba una piña con otros dos actores principales de la corte de los milagros del Kremlin: el magnate Borís Berezovski y la hija menor de Yeltsin, Tatiana Diachenko. Incluso pesos pesados como los viceprimeros ministros Anatoli Chubáis y Borís Nemtsov han perdido algunas de las batallas libradas con Yumáshev. Hace apenas dos meses, éste era situado aún en el cuarto lugar de la lista de los personajes más influyentes del país que publica regularmente Nezavisimaya Gazeta, por detrás tan sólo de Primakov, de Yeltsin y del alcalde de Moscú, el presidenciable Yuri Luzhkov. En la relación publicada hace siete días había descendido hasta el noveno puesto, todo un presagio de que su estrella se apagaba.

Autobiografía

Yumáshev, que al parecer fue el negro que escribió realmente la autobiografía de Yeltsin, puede que continúe como asesor del presidente, pero esos focos que tan poco le gustan apuntan ahora hacia Bordiuzha, de 49 años, que hace apenas un año todavía era subjefe de las tropas fronterizas y que, de golpe, se ha convertido en personaje clave. Su pasado en el KGB parece indicar que no es un hombre lejano a Primakov, que fue jefe del contraespionaje exterior, pero no cabe duda de que Yeltsin habrá apreciado en él su condición de hombre leal, aún no sometida, sin embargo, a ninguna prueba de fuego.Puede que Yumáshev sea la última víctima de la sorda lucha interna que se libró en los pasillos del Kremlin tras la crisis que estalló el 17 de agosto, con la devaluación del rublo y la suspensión del pago de la deuda externa. El primer ministro Serguéi Kiriyenko fue el primero en perder la cabeza. Le siguió Víktor Chernomirdin, rechazado por la Duma como sucesor. Tras ellos cayó el anterior portavoz de Yeltsin, Serguéi Yashtrzhembski, quien jugó la baza perdedora en la partida por encontrar un nuevo jefe de Gobierno: la de Luzhkov. Éste, por cierto, le acaba de pagar el favor al nombrarle vicealcalde de Moscú encargado de relaciones internacionales y con las regiones.

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