2.000 presos políticos palestinos, en huelga de hambre por su libertad
Cerca de 2.000 presos políticos palestinos, recluidos en las 12 cárceles israelíes, se han sumado hasta ayer a la huelga de hambre indefinida, que amenaza extenderse por los territorios autónomos. Con ello, los reclusos tratan de llamar la atención del presidente norteamericano, Bill Clinton, que el próximo sábado iniciará una visita de cuatro días por Israel y la Autonomía palestina para acelerar la aplicación de los acuerdos de Wye Plantation.
La queja de los reclusos era ayer más visible en Belén, cerca de la sede del Club de los Prisioneros, desde donde se coordina el movimiento de denuncia y lucha."Queremos hablar con Clinton", afirma con contundencia Isa Qarage, de 36 años, máximo dirigente del Club de los Prisioneros Palestinos, la organización más importante y poderosa de defensa de los reclusos políticos árabes en Israel. Esta institución aglutina ella sola a los 3.800 detenidos y a cerca de 22.000 familiares, partidarios y amigos. Dicha asociación fue fundada en 1993 en una celda de la prisión de Nablús, en el norte del país, donde él permaneció encarcelado durante nueve años, acusado de participar en la Intifada. Este militante de la organización gubernamental Al Fatah explica que se comprometió con un grupo de presos políticos amigos a fundar una organización de defensa de los detenidos tan pronto como lograran su libertad.
El Club de los Prisioneros es hoy una realidad. Es una organización unitaria, que acoge a todos los movimientos y organizaciones políticas sin distinción de ideologías y tiene abiertas al menos 10 oficinas en diferentes ciudades de Cisjordania y Gaza. Desde allí se canaliza y coordina la lucha de los presos políticos, pero al mismo tiempo se administra y distribuye ayuda económica a sus familiares que reciben unas 4.000 pesetas mensuales.
El Club de los Prisioneros se ha convertido en esta última semana en un poderoso altavoz de los comités de presos palestinos, que desde el interior de las cárceles acordaron desencadenar una huelga de hambre indefinida protestando por la decisión de Benjamín Netanyahu de soslayar los acuerdos de Wye, liberando a reclusos comunes en vez de reos políticos.
La movilización, iniciada por unos pocos presos de la cárcel de Meggido la semana pasada, amenaza con extenderse en todo el país, alcanzando incluso a los representantes políticos del Gobierno de Yasir Arafat. El sábado se unieron 260 reclusos y ayer eran más de 1.700 los que se negaban a tomar alimentos. Los dirigentes del Club han remitido hace pocos días una carta a cada uno de los miembros del Consejo Nacional palestino (Parlamento), pidiéndoles que se sumen al ayuno.
"Netanyahu no ha respetado los acuerdos de Wye", continúa lamentándose Isa Qarage, mientras permanece sentado en un rincón de la calle Madbasá, al pie del edificio de la Media Luna Roja, donde los seguidores e incondicionales del Club de los Prisioneros se han dado cita para iniciar ellos también su huelga de hambre.
Las primeras en secundar la protesta de los reclusos han sido las mujeres, la mayoría de ellas madres y esposas de detenidos. Ellas permanecen discretamente en un segundo plano, en el interior de las tiendas de campaña que se yerguen junto al edificio.
"Durante el tiempo en que los reclusos permanezcan en huelga de hambre, nosotros no comeremos nada", insiste Qarage, con un débil hilo de voz, que sin duda se debilitará aún más en los próximos días.
Mientras, un grupo de parlamentarios palestinos trata de movilizar a la población contra otra grave transgresión a los acuerdos de Wye: la ampliación de los asentamientos judíos. Sólo en lo que va de año se han creado ocho nuevas colonias en Cisjordania y se han abierto 27 carreteras de circunvalación en torno a ellas, lo que ha supuesto a los palestinos la pérdida de más de 1.700 hectáreas.
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