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Hacia la normalización

Parte de la población inicial de este arrabal ilicitano huyó hacia otras zonas por el tráfico de drogas

Paro, drogas, analfabetismo, falta de hábitos higiénicos y absentismo escolar son problemas comunes a todos los barrios que en su día fueron calificados como de acción preferente. En el barrio de Los Palmerales de Elche persisten estas situaciones de marginalidad, aunque algo está empezando a cambiar. Una veintena de comercios se han instalado en la zona en los últimos años y la mayoría de sus habitantes no son socialmente conflictivos. Los Palmerales es un barrio joven que se construyó en los años setenta a través de dos promociones de viviendas sociales. Las primeras familias que accedieron a ellas provenían de las chabolas y las cuevas del cauce del río Vinalopó. Hoy viven en este barrio 4.747 personas.La entrada a Los Palmerales por el Colegio Público Luis Chorro hace pensar que nada ha cambiado en este barrio de acción preferente, aunque un posterior recorrido por sus calles nos desvela que la zona camina hacia la normalización. Este es el punto más conflictivo. El callejón que separa el centro escolar de uno de los bloques de viviendas está cerrado por una valla, en el suelo se amontona la basura y las ratas se pasean. La entrada del edificio no está mucho mejor. Por la puerta, medio tapiada, los drogadictos desfilan en busca de su dosis diaria. Dentro existen cuatro bloques diferentes, en los dos primeros viven 35 familias, los otros dos están tapiados y listos para su demolición. Mientras llega ese momento, los escombros se amontonan y el aspecto que ofrece el barrio en esta zoba es tercermundista. En un bajo del edificio semiderruido un pequeño quiosco tiene aún sus puertas abiertas. "Es la zona más conflictiva", asegura Mari Carmen Martínez, la trabajadora de Servicios Sociales más conocedora del barrio, ya que hace 14 años decidió irse a vivir con su familia a esta zona de la ciudad. Los trabajadores sociales del barrio calculan que existen unas 40 familias conflictivas. "La venta de drogas no afecta a más, aunque tenemos un número mayor de familias inadaptadas socialmente o con diversos problemas", precisa Martínez. Al otro lado del edificio existe un pequeño parque de construcción reciente. Esta zona de esparcimiento se alza en lo que en otros tiempos fue un edificio de 46 apartamentos, que el Instituto Valenciano de la Vivienda demolió. Desde que el barrio se creó, hace ahora 20 años, la Administración ha derruido ya tres bloques de vivienda que eran utilizados como puntos de venta de droga, tras abandonarlos sus propietarios o inquilinos legales. Los Palmerales es un barrio joven que se constituyó en los años setenta a través de dos promociones de viviendas sociales. El Instituto Valenciano de la Vivienda promovió 1.338 casas, mientras que el Patronato Municipal de la Vivienda se encargó de la ejecución de otras 240. Chabolas y cuevas La población que accedió a estas viviendas en la primera fase de adjudicación eran familias de chabolistas de la zona y ocupantes de las cuevas del cauce del río Vinalopó, de Carrús y de la parte alta de Porfirio Pascual. Según el padrón de habitantes del 1 de enero de 1998, en Palmerales viven 4.747 personas. El 70% son payos y el 30% gitanos. En un principio, el barrio carecía de todo tipo de recursos y servicios. Sus habitantes tenían un nivel socioeconómico precario y la venta de droga atrajo hacia la zona a un colectivo marginal que provocó la huida hacia otros barrios de parte de su población inicial. Por el método de la patada en la puerta numerosas familias, muchas de paso, ocuparon las viviendas. El urbanismo del barrio, muy deficiente, favoreció estos asentamientos. Aunque las calles principales del barrio son grandes avenidas, el interior de las manzanas tiene pequeños callejones serpenteantes que dan acceso a los portales y crean un laberinto propicio para la venta de drogas. El objetivo del Ayuntamiento está claro: no dejar ni una vivienda deshabitada para evitar que sea ocupada ilegalmente y destinada al tráfico de estupefacientes. "Cuando se repara un bloque agrupamos a todas las familias necesitadas y si se queda una casa vacía, se tapia para evitar problemas", precisa la concejala de Bienestar Social, María Teresa Sempere. El paro asola el barrio, aunque, como en el resto de la ciudad, la economía sumergida está a la orden del día. El trabajo clandestino en el campo, en una fábrica de calzado o en casa ayuda a muchas familias a llegar a fin de mes. Por la mañana, furgonetas de reparto descargan en varias viviendas bolsas con piezas de cuero para que las mujeres, las aparadoras, las cosan a máquina en sus domicilios. Esta imagen se repite a la misma hora en numerosos puntos de la ciudad y le confiere al barrio una especie de "normalidad" ciudadana que no existía hace unos años. Un paseo por el barrio nos confirma estas mejoras. Los comercios, hasta una veintena, han hecho su aparición en esta zona de acción preferente y dan vida a la barriada. Se han instalado pescaderías, una farmacia, supermercados y hasta una tienda de confección. Los Palmerales, enclavado en la zona sur de Elche, está rodeado por el Hospital General, la Comisaría de Policía, varios institutos y colegios y un polideportivo con piscinas. Existe además un comedor social, que atiende a unas 70 personas al día, un centro de día de atención a mujeres prostitutas y toxicómanas y un centro de intercambio de jeringuillas. Otros servicios son el centro de salud periférico, el centro juvenil, la escuela de verano para niños y los programas de promoción de la mujer. En Los Palmerales conviven diversas asociaciones ciudadanas gitanas, payas y mixtas. El barrio también dispone de una parroquia y una escuela infantil. La mayoría de los recursos que ofrece el equipo de intervención municipal se hallan desperdigados en distintos edificios. Desde el Ayuntamiento se exige a la administración autonómica la creación de nuevas dependencias donde concentrar todos los servicios para poder coordinar las acciones que se llevan a cabo y hacer más efectivo el trabajo.

El absentismo escolar alcanza al 35% de la población

En su recorrido por el barrio, la trabajadora social Mari Carmen Martínez se acerca a todos los niños que le salen al paso. Les llama por sus nombres y les pregunta por qué no están en el colegio. Martínez, como trabajadora de los servicios sociales de Elche se preocupa, entre muchas otras cosas, de que los niños del barrio estén escolarizados. El programa municipal para acabar con el absentismo escolar se inició en 1996. El Ayuntamiento de Elche creó un equipo base multidisciplinar para convencer a las familias de las ventajas de la escolarización de sus hijos. Existe incluso un servicio de despertador y recogida de los niños para que acudan a los dos colegios del barrio y a los muchos que existen en los alrededores. Sin embargo, desde el municipio se asegura que los recursos humanos actuales son insuficientes para dar una respuesta adecuada al absentismo, ya que los recortes en las subvenciones de la Consejería de Bienestar Social merman una actuación que podría ser más estructurada y eficaz. El programa contra el absentismo escolar persigue la asistencia continuada de los niños al colegio e infundirles hábitos de higiene y salud, al tiempo que se quiere incidir en las causas que originan el absentismo para buscar soluciones. El equipo de monitores de familias que se ubica en el colegio público Luis Chorro da a los niños una ducha diaria, desparasita a los pequeños, les corta el pelo y las uñas y les proporcionan ropa y calzado si lo necesitan. Además, todos los chavales del barrio tienen subvenciones para acudir al comedor escolar. 900 intervenciones A pesar de las carencias de personal, se trabaja diariamente con 45 niños y se realizan unas 900 intervenciones por mes. El curso pasado, la asistencia media al colegio en educación infantil de primer, segundo y tercer ciclo y en la ESO fue de un 65%. En 1984, el 100% de los niños del barrio estaban sin escolarizar, y ahora el trabajo es conseguir que acudan a clase. La Policía Local se ha involucrado en el plan contra el absentismo escolar. Los agentes visitan a las familias de los niños y su presencia, en muchos casos, suele ser determinante para que los padres accedan a llevar a sus hijos al colegio. Asimismo, el Ayuntamiento exige a algunas familias que lleven a los niños a la escuela si quieren acogerse a determinadas ayudas.

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