Todo o nada
EN EL fondo de la cuestión, la razón ampara plenamente al Gobierno español en su defensa de las transferencias netas de recursos de los países más ricos de la UE a los menos ricos. Sin solidaridad y sin cohesión no se puede construir Europa. Pero la forma en la que está presentándolo puede echar a perder la legitimidad de la posición española. Aznar -como repitió ayer mismo en Bruselas- sigue una línea exclusivamente defensiva, escasamente constructiva. A base de exigencias, amenazas de vetos y expresiones apocalípticas, España no va a convencer ni a vencer. Sería bueno que abandonara esta estrategia del todo o nada en favor de una negociación más sutil, que permita encontrar aliados de más peso que Portugal y Grecia, porque si no puede terminar quedándose sola.El billón de pesetas que España espera recibir este año de la UE representa más de 1,3% del PIB. Sin él, habría serias dificultades para cuadrar las cuentas en los próximos años. Pero la postura española no se ve favorecida por el reconocimiento de que necesita ese dinero para compensar los importantes recortes en inversión pública que ha tenido que realizar para llegar al euro, ni por una reducción del IRPF en uno de los países con más baja presión fiscal de la UE, aunque haya subido mucho en poco tiempo. También resulta un despropósito inoportuno afirmar que la economía española habría experimentado un mayor crecimiento de no haber cumplido con los criterios para el euro; ello vale para la mayor parte de los países.
El Gobierno socialista logró un paquete financiero muy favorable en una Unión Europea de 12 miembros, en la que España se sentía más cómoda, y que estaba en trance de ampliarse a tres países ricos. Ahora ya son 15, y la próxima ampliación -prevista, aunque aplazada- tendrá como protagonistas a países más pobres. Por otra parte, Alemania, aquejada por los costes de su unificación interna, quiere reducir su aportación a la UE, mientras otros países -Francia o Dinamarca- están pasando a la situación de contribuyentes netos. Probablemente, al final todos tendrán algo que perder.
Las propuestas de la presidencia austriaca de cara al Consejo de Viena de los días 11 y 12 constituyen un ejercicio de egoísmo, ya sea porque encubren un recorte mediante la congelación de los gastos o porque pretenden que España y Portugal ya no tienen derecho al Fondo de Cohesión por haber entrado en el euro. Las propuestas de la Comisión Europea resultan más favorables a nuestro país y preservan el principio de la cohesión económica y social. España debería afrontar el reto con propuestas constructivas para el conjunto de Europa, que vayan más allá del corto interés nacional, como hizo Felipe González antaño. La política del "todo o nada" puede valer para reuniones de funcionarios, pero no para un presidente de Gobierno, que debería haber aprendido la lección de Thatcher: a base de decir sólo "no", Londres se quedó al margen.
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