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Reinaldo Creagh imparte una lección de boleros en su primer disco como solista

El octogenario cantante de la Vieja Trova presenta en Madrid una selección de clásicos

Impecablemente vestido de blanco, con un chorro de voz impresionante incluso para uno que no fuera octogenario, y seduciendo con su enduendado humor caribeño a cuanta dama se cruzaba en su camino, el viejo trovero santiaguero Reinaldo Creagh presentó ayer en Madrid su primer disco en solitario. Se titula Boleros de toda una vida, y es una espléndida selección de 14 clásicos del género, que combina piezas celebérrimas, como la que da título al disco, Dos gardenias, Angelitos negros, Piel canela, Contigo en la distancia, Nosotros o Quizás quizás, y otras menos conocidas pero no menos escolásticas y evocadoras: Cenizas, Vereda tropical, Como fue... La presentación se celebró durante una comida puramente cubana en un restaurante argentino que antes fue un tablao y que ayer parecía una boda. Hubo mojitos y daiquiris, arroz con frijoles, yuca frita, puerco asado y Cohibas, y en las mesas alargadas se apelotonaban unos 200 invitados, entre ellos el escritor José Luis Sampedro, las actrices Emma Suárez y Loles León, y una nutrida representación de la colonia cubana.Pese a lo inusual del horario, Creagh convirtió el informal acto alimenticio en un auténtico espectáculo lleno de corazón, descargas de ritmo, elegancia y buen gusto. Junto a él estaba una parte de la fabulosa banda hispano-sueco-cubana que le acompaña en el disco, liderada por Demetrio Muñiz, que ayer dio una exhibición de trombón.

Pasión e ironía

Creagh fue carpintero antes de ponerse a cantar, y según ha confesado alguna vez prefirió el espectáculo para ver mundo y conocer mujeres. Ayer el cubano vacilón dejó una generosa muestra de su natural capacidad vocal y sentimental para entrar por derecho y contar con pasión y un punto de ironía todas esas historias de amor loco o sufrimiento salvaje que los boleros proponen.Su breve actuación confirmó lo que se intuye en el disco. Sólo desde las raíces, el cariño y el talento innato es posible dar gloria a un género tan peculiar como el bolero, género que por cierto viene sufriendo últimamente todo tipo de incursiones, entre el atrevimiento y la ignorancia total.

Entre puros y roncitos, susurrando a veces y subiendo mucho la voz otras en el precioso micrófono tipo años cincuenta, el Rey Creagh (así se le llama en el disco que acaba de editar Virgin) rindió cabal homenaje a gente como Arsenio Rodríguez, Bobby Capó, Osvaldo Ferrés, Pedro Junco y otros tantos genios boleristas que llevan casi un siglo deleitando almas, derritiendo corazones y favoreciendo romances. Don Reinaldo dio y recibió besos sin parar, paseó entre las mesas sin dejar de bromear y, cuando se enfrentó a sus piezas preferidas, pidió perdón por dedicárselas a dos de sus amigas presentes en la sala. "Ha nacido una estrella", dijo alguien al final bromeando. Pero no había chiste de esa frase. Como suele decir su amigo y compañero de trova Aristóteles Limonta hablando de asuntos más físicos, "nunca es tarde para amar si el lapicero escribe todavía". Y a Reinaldo Creagh le queda mina para rato.

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