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Tony Gatlif retrata a los cíngaros de Rumania en el filme "El extranjero loco"

La película, que se estrena el viernes, es un canto a la tolerancia

Tony Gatlif (Argel, 1948) ha sufrido desde niño el racismo y lo combate desde hace años con la única arma que sabe usar: el cine. El extranjero loco, que llega el viernes a las pantallas españolas, cierra una trilogía que el director ha dedicado al pueblo gitano y que empezó con Les princes y siguió con Latcho drom. En El extranjero loco, un canto a la tolerancia, Gatlif retrata a los cíngaros de Rumania, su modo de vida, cultura y costumbres.

El filme tiene mucho de documental. Y no sólo porque en el elenco figuran verdaderos cíngaros que nunca antes habían interpretado un papel -únicamente hay dos actores profesionales- sino también por la factura de la cinta, rodada en la región rumana de Valaquia con una cámara al hombro y sonido directo.La película no ha acabado como Gatlif imaginó al escribir el guión. Lo reveló el cineasta ayer en Barcelona, adonde viajó para presentar El extranjero loco: "Me planteé el filme como una historia de amor clásica y banal, pero cuando llevaba tres meses de rodaje me percaté de que la realidad no encajaba con lo escrito; era mucho más intensa, y acabé rehaciendo el guión".

El largometraje comienza en pleno viaje iniciático, el de un joven francés, Stéphane, que atraviesa Rumania en busca de una cantante cíngara, de quien su padre, muerto recientemente, era un gran admirador. Por el camino el chico se encuentra con Isidore, un viejo gitano que le da cobijo, en su casa y su corazón. El resto del poblado rechaza al extraño al principio, pero poco a poco lo aceptan. También Sabina, la más salvaje de las cíngaras, que habla algo de francés porque vivió en Bélgica una temporada y que acaba enamorándose del joven. Los únicos actores de oficio que aparecen en el filme son el francés Romain Duris y la rumana Rona Hartner, que encarnan a Stéphane y Sabina. El tercer protagonista, Izidor Serban, se interpreta a sí mismo, un músico cíngaro que se gana la vida tocando su ajado violín en bodas y bautizos. Para Gatlif, Stéphane simboliza la tolerancia. El muchacho se aproxima a los cíngaros con una mirada abierta, los descubre y aprende a amarlos. Lo mismo le sucedió durante el rodaje al actor que le da vida, Romain Duris, quien se enamoró locamente de una cíngara. Sabina es la libertad, como Rona Hartner -"no es gitana, pero tiene su carácter", la describe Gatlif-. Con todo, la pieza clave de El extranjero loco es Isidore. "Sin él, la película hubiera sido sólo cine", afirma el director. Y lo argumenta: "Isidore, con su carro, su familia y su violín medio roto, es un testimonio de la cultura de su pueblo y convierte el filme en memoria".

Rodaje

En medio de la nada, en pleno invierno, soportando temperaturas bajo cero y con actores aficionados, el rodaje se convirtió en una odisea. "Había días en que me sentía el artista más completo del mundo y otros, en cambio, me levantaba pensando que la película jamás podría acabarse", recuerda Gatlif. En uno de esos días, el alcalde del pueblo donde rodaban -"un fascista al que no le gustan los gitanos"- le mandó a la policía. Los agentes pararon la filmación con la excusa de que el director no llevaba encima el pasaporte. Cuando las cosas se arreglaron, Gatlif tuvo que convencer a los cíngaros de que se reincorporaran al rodaje. "No querían volver porque decían que los agentes aseguraban que yo era ilegal. Imagínense, ilegal yo. Y me lo reprochaban ellos, que vivían en tiendas de campaña, que carecían de papeles, que pirateaban la luz del tendido eléctrico... Una locura. Eran geniales, pero fue muy duro trabajar en esas condiciones".El extranjero loco, que se presenta hoy en Madrid, llega a las salas españolas con el aval de varios premios internacionales, como el Leopardo de plata a la mejor película y el de bronce a la mejor actriz, Rona Hartner, del Festival de Locarno de 1997. También obtuvo el año pasado el Premio de las Américas en el Festival de Montreal.

Tony Gatlif tiene previsto rodar su próximo filme en el sur de España. La película, que todavía no tiene título definitivo, explorará en la música flamenca, "una especie de trance que va subiendo hacia el clímax y que puede durar hasta 20 minutos", en definición del cineasta. A juicio de Gatlif, "el cine todavía no ha explotado la riqueza cultural extraordinaria de la cuenca mediterránea, la de un mismo pueblo que vive desde Grecia hasta Marruecos y Portugal". Y en este vacío ha pensado rastrear en su nuevo proyecto: "Va a ser una historia de amor contada en forma de un viaje muy largo a través de la música".

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