6.000 personas aclaman al bailarín Ígor Yebra en el teatro del Kremlin
Su actuación en "Don Quijote" le acerca al sueño de "Iván el Terrible"
El Palacio de Congresos del Kremlin, con su aforo de 6.000 localidades al completo, se vino abajo el domingo para aclamar al bailarín español Ígor Yebra, que en apenas dos años ha conquistado al exigente público ruso. Su interpretación de Basilio, el papel principal en el Don Quijote de Minkus, con coreografía del director artístico del Bolshói, Vladímir Vasíliev, fue memorable, y le acerca a su sueño de interpretar Iván el Terrible, de Prokofiev, con coreografía de su ídolo Yuri Grigoróvich.
"Mi maestro en Madrid", asegura en su camerino Yebra, de 25 años, "me dice que si logro el papel de Iván, tendré que dejar de bailar. No puedo imaginar qué otra meta podría fijarme después. Pero ya no me parece tan lejana, ya que lo fácil es imposible en Rusia, pero se consigue lo imposible". Y pone un ejemplo: "En pocos lugares se podría montar en apenas cinco días Don Quijote y que saliese tan bien".¿Por qué Don Quijote? "Vasíliev me preguntó qué ballet me apetecía bailar", responde, "y yo elegí éste porque es el más representativo de él y de su mujer, Ekaterina Maxímova. Pensé que si alguien me lo podía enseñar realmente bien eran ellos. Trabajar con esta pareja es un placer y un privilegio. Así es como se aprende, bebiendo de las fuentes, y no mirando vídeos".
Él ha pasado ya por el Bolshói y el Mariinski (en San Petersburgo) y su representante, Ricardo Cué, anda en tratos estos días para convertirle en la figura principal del Romeo y Julieta que Grigoróvich presentará la próxima primavera, también en el Kremlin.
Yebra, que empezó tarde, a los 13 años, y que estudió con Víctor Ullate y en el Conservatorio de Madrid, no ve un horizonte claro para el ballet en su país. "En dos años", afirma, "he hecho El lago de los cisnes, Giselle, La bella durmiente, Romeo y Julieta y prácticamente todo el repertorio clásico. En España habría necesitado dos vidas".
El 19 y el 20 de febrero, Yebra bailará en Bilbao, en la inauguración del Palacio Euskaldun, junto al Guggenheim. "Será una coreografía de José Granero, con Lola Greco, sobre el segundo movimiento de Dafnis y Chloe". Y los festivales de Perelada y Santander negocian estos días en Moscú el viaje del montaje de Don Quijote.
Yebra está muy orgulloso de que le llamen los rusos. "Han vivido mucho el ballet y siguen pensando que son los mejores". Y tiene claro que prefiere esta escuela a la norteamericana. "Hice una gira por Estados Unidos con la versión italiana de Romeo y Julieta y creo que al público norteamericano le gustan los fuegos artificiales, se dejan llevar mucho por la técnica, por lo exterior, mientras que el público europeo, sobre todo el ruso, también mira mucho al interior".
"El ballet clásico se conserva gracias a los rusos", añade. "Pero también ellos deben evolucionar. Están perdiendo lo mejor que tenían: el fuego con el que bailaban".
El bailarín, de 1,87 y unos 72 kilos de peso, tuvo que utilizar todos sus recursos físicos para quedar airoso en su Basilio. Y es que su oponente, Svetlana Romanova, cuya actuación fue también excepcional, es inusualmente alta para lo habitual en el ballet clásico. Pero Yebra dice que no tuvo miedo a que se le cayera la Romanova las cuatro veces que tuvo que levantarla con una sola mano.
Babelia
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