Filias y fobias
Las relaciones entre Álvarez del Manzano y Ruiz-Gallardón no mejoran. Ni siquiera la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas a las que ambos comparecen representando -aunque no lo parezca- al mismo partido anima al alcalde y al presidente de Madrid a limar sus diferencias y tratar de llevarse bien aunque sólo sea de cara a la galería. Mas, todo lo contrario, aprovechan cualquier oportunidad para poner negro sobre blanco sus rivalidades y desamor. Así quedó bien patente esta semana en la presentación del proyecto REVS para la construcción de una red de autopistas subterráneas bajo la capital. El alcalde de Madrid y el ministro de Fomento comparecieron el lunes ante la prensa con unos trípticos de colorines y unos mapas muy bonitos con los 12 túneles y el anillo de circunvalación que distribuirá el tráfico en el subsuelo de la ciudad.Se da la circunstancia de que las competencias sobre infraestructuras subterráneas las tiene la Comunidad de Madrid y que, teóricamente, aquí debajo ni un topo puede excavar su guarida sin el consentimiento del Gobierno regional. A Ruiz-Gallardón le faltó tiempo para proclamar que él tiene la última palabra, un extremo que el alcalde, mal informado, contradijo de inmediato atribuyendo dichas facultades al Gobierno central, para después recular. Lo cierto es que al jefe del Ejecutivo autónomo lo de construir carreteras bajo tierra le parece una machada monumental. Dijo que fomentar el transporte privado no era la solución, que la apuesta de su Gobierno ha sido y seguirá siendo el transporte público, y ya dijo bastante. Eso manifestó, haciendo un gran esfuerzo de diplomacia y alegando que no podía extenderse más sobre un plan que aún desconocía. Es el mismo pretexto que empleó su consejero de Obras, Luis Eduardo Cortés, para eludir cualquier comentario sobre la idea cuando seis meses antes, en el primer avance de los planes municipales para el subsuelo, no dudó en calificarla de compleja y exagerada. Al manifestar ambos su desconocimiento del proyecto, revelaron la absoluta incomunicación existente entre ambas administraciones, hasta el extremo de constatar públicamente que el Gobierno autónomo se entera de sus detalles por la prensa. A esa mala relación no es ajeno Rafael Arias-Salgado, ministro de Fomento, quien otorga un trato exquisito al alcalde de Madrid, en abierto contraste con el que confiere al presidente regional. Arias-Salgado se presentó junto a Manzano para mostrar un proyecto en el que su ministerio no pone un solo duro cuando días antes había dejado solos a Ruiz-Gallardón y a Zaplana en la firma de un acuerdo para impulsar la construcción del AVE a Valencia en el que Fomento habrá de invertir 200.000 millones de pesetas.
Al señor ministro no le ha hecho ninguna gracia que los presidentes madrileño y valenciano hayan tomado la iniciativa en favor de la línea de alta velocidad -que pretenden que se construya con la mayor celeridad- en lugar de la simple mejora en el trazado que Fomento había proyectado con la utilización de trenes convencionales. Tampoco el ministro está contento con la posición del presidente autonómico propiciando la construcción de un nuevo aeropuerto en Camporreal. Arias-Salgado, como Álvarez del Manzano, prefiere agotar las posibilidades de Barajas y, en consecuencia, los terrenos reservados por la Comunidad en aquel término municipal constituyen casi una afrenta a su política aeroportuaria.
Tanto el alcalde como el ministro someten así a Ruiz-Gallardón a una pinza de la que él escapa proclamando, con hechos consumados, su apuesta por el metro y el ferrocarril. Apoyando el AVE, el presidente de Madrid se ha buscado en su homólogo de la Generalitat valenciana un excelente aliado. Para Eduardo Zaplana, esa línea de alta velocidad tiene un interés estratégico mucho mayor que para Madrid, y el favor será difícil de olvidar. Zaplana es un político en alza dentro del PP y magníficamente situado para el congreso nacional del partido que pretende alumbrar el centro reformista, el mismo de cuya organización ha sido deliberadamente apartado Ruiz-Gallardón. En esas filias y fobias está en juego ahora mismo el futuro del transporte de Madrid.
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