En el hospital
YELTSIN HA vuelto a ser hospitalizado, esta vez aquejado oficialmente de una neumonía, la enfermedad más grave reconocida por el Kremlin tras la operación de corazón. En los últimos días se han disparado los rumores en Moscú sobre su posible dimisión. Lo que está ocurriendo de hecho es que Yeltsin, crecientemente aislado, está dejando casi todos los poderes en manos del primer ministro, Primakov, lo que, en términos reales, equivale a una transición. Pero si muere Yeltsin, todo puede cambiar.Los males del presidente son un reflejo de la enfermedad de Rusia. Si Yeltsin tiene la mirada perdida, también la tiene el país. La mayor parte de los rusos, con el duro invierno que llega, tienen que concentrarse en sobrevivir, penosamente, mientras escasea la ayuda exterior. En este contexto, la violencia, que ha ido creciendo en Rusia en los últimos años fruto del desarrollo de las mafias, se acaba de cobrar una víctima política. El asesinato, el viernes en San Pertersburgo, de la diputada liberal Galina Starovóitova ha conmocionado a la población. Starovóitova codirigía el partido Rusia Democrática, en el que se apoyó Yelstin para ganar las elecciones. Luchadora empedernida, editaba un semanario que ahora va a ser denunciado por el presidente de la Duma y diputado comunista, Guennadi Seleznev, por un artículo en el que se acusaba al Partido Comunista de financiarse ilegalmente. El panorama es desolador.
Los principales dirigentes están tomando posiciones con vistas a las elecciones parlamentarias de diciembre del año próximo y las presidenciales previstas para el 2000. Salvo que éstas se anticipen por dimisión, destitución, incapacidad o fallecimiento de Yeltsin. Aunque Primakov fue un candidato de consenso, favorecido por su aparente falta de ambiciones presidenciales, puede ser un candidato obvio si consigue estabilizar la situación económica. Algo que no parece fácil.
El alcalde de Moscú, Luzhkov, está creando un nuevo partido, y el ex general Lébed sigue en el candelero frente al único partido que verdaderamente existe en Rusia: el comunista de Ziugánov. Todos coinciden en la necesidad de buscar una tercera vía entre el comunismo y el mercado a ultranza, lo que puede acabar en una especie de capitalismo de Estado.
Es insólito que una cumbre entre dos potencias nucleares se celebre en un hospital: los presidentes de China y Rusia, el más poblado y el de mayor extensión, firmaron ayer importantes acuerdos de cooperación transfronteriza y un texto sobre las relaciones bilaterales en el siglo XXI para las que China, es seguro, no cuenta ya con Yeltsin. Junto a este gesto protocolario, el verdadero interés de Jiang Zemin está en sus entrevistas con Primakov y los representantes de otras instituciones y fuerzas políticas de Rusia.
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