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Gore mandó silenciar un informe de la CIA sobre la corrupción del ex primer ministro Chernomirdin

Cuando la Central de Información de Estados Unidos (CIA) descubrió lo que sus investigadores consideraron pruebas concluyentes de la corrupción personal del primer ministro ruso Víktor Chernomirdin en 1995, las mandó a la Casa Blanca a la espera de que la Administración de Clinton quedase impresionada con su buen trabajo.Sin embargo, cuando el informe secreto de la CIA sobre Chernomirdin llegó al despacho del vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, fue rechazado y enviado de vuelta a la CIA con un exabrupto garabateado en la portada, según diversos miembros de la agencia familiarizados con el incidente.

En el cuartel general de la CIA en Langley (Virginia), el mensaje parecía claro: el vicepresidente no quería ni oír hablar de que Chernomirdin era corrupto y no tenían ningún interés en más informes sobre la cuestión.

Como resultado, los investigadores de la CIA manifestaron que desde entonces se autocensuran. Por ejemplo, cuando la CIA descubrió que un encuentro de Chernomirdin en Moscú con un alto ejecutivo alemán para discutir ciertos asuntos costó un millón de dólares (142 millones de pesetas), sencillamente decidieron no hacer circular el informe fuera de Langley.

Gore, quien mantuvo frecuentes charlas con el ex primer ministro ruso, que se convirtieron en un importante canal para las relaciones con Rusia, declinó hacer comentarios acerca del informe. "Nunca discuto documentos top-secret", aseguró Gore en una entrevista. Un ayudante del vicepresidente dijo que su oficina siempre quiere más información y no lo contrario. "La verdadera actitud por aquí en torno a la agencia es que no se puede actuar sin sus servicios", manifestó este ayudante.

Pero esta no es la lección aprendida en la CIA. El incidente ha reforzado la impresión que existe en las filas de la agencia de que la Administración es desdeñosa acerca de cualquier información "inconveniente" sobre corrupción entre los líderes rusos, con quienes tanto la Casa Blanca como el Departamento de Estado han desarrollado relaciones muy estrechas.

Todas estas quejas no son aceptadas por la Casa Blanca y los responsables de la política exterior, que insisten en que no permitirían alegaciones de corrupción que les disuadan de trabajar con los líderes rusos en determinados asuntos, desde restringir la carrera armamentística hasta incrementar el comercio con Rusia. Algunos opinan que hacer de la corrupción entre los líderes rusos una prioridad podría ser una batalla perdida de antemano.

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"¿Qué quiere la CIA que hagamos? ¿no negociar con el primer ministro de Rusia?", se preguntaba un responsable de la administración de EEUU.

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