La enfermería del Aquarium
El servicio de cuarentena controla diariamente la salud de los peces del acuario donostiarra
"Para conocer la verdadera importancia de un acuario, pásate primero por la cuarentena". Detrás de un gran acuario siempre se esconde una gran cuarentena, viene a decir la bióloga Amalia Martínez de Murguía, responsable de la enfermería del Aquarium de San Sebastián. Es el termómetro que mide la envergadura de un Aquarium. Y sin embargo, la cuarentena se oculta en la sombra de un gran complejo marino, cediendo todo el protagonismo al gran acuario central, el túnel de metacrilato, la pileta táctil, las vitrinas o incluso la tienda de regalos. "Nadie repara en nosotros". Salvo los peces. En una espaciosa sala repleta de peceras, muy cerca de la superficie del oceanario, el equipo formado por la bióloga Amalia Martínez de Murguía, la médico analista Mariaje Gorostegi y el jefe de los acuaristas, José Miguel Sesma, se afana diariamente en el cuidado de los 5.000 ejemplares marinos que pueblan el Aquarium donostiarra. Es un pequeño hospital en un gran océano en miniatura. Este servicio creado hace cinco años se responsabiliza de la atención médica de los peces y de recepcionar las especies que ingresan en el complejo marino. Todos los días pasan revista y comprueban si algún pez se ha lesionado, si éste o aquél sufre una infección, ha sido atacado por los parásitos, se encuentra nervioso o padece de estrés. "Es un trámite obligado", explica Amalia Martínez de Murguía, "pero en modo alguno rutinario, porque sobre la salud de los peces influyen muchas variables: agua, temperatura, convivencia, comida..." La cuarentena del Aquarium donostiarra es un ambulatorio donde pasan consulta diariamente una media de 120 peces e invertebrados. Uno de los inquilinos es Pepe, bautizado así por la forma de su cara y su personalidad. Es un pez murciélago (Platax Orbicularis) procedente del Pacífico, al que se le ha aplicado "un antiparasitario con tricloroformo" para curarle las manchas que le han aparecido cerca de los ojos. Todos los peces reciben un tratamiento específico en una pecera con agua de la bahía donostiarra controlada por la analista Mariaje Gorostegi, encargada de controlar la temperatura y las condiciones de salinidad, oxigeneidad y acidez. Hace dos meses aproximadamente ingresó un pez ángel francés, al que se le diagnosticó una linfocistis como consecuencia del ataque de un virus que ocasionó una degeneración de las aletas. Comparte habitación con un mero muy tímido que cuando llegó al Aquarium presentaba heridas en la piel producidas durante el viaje. José Miguel Sesma tiene la misión de controlar los filtros de las peceras, los separadores de proteínas y de los rayos ultravioleta que sirven para desinfectar el agua de las peceras. Tanto él como sus compañeros de equipo aplican la psicología animal, aunque "las terapias son muy similares a las que se someten las personas", comenta Amalia, a quien le enorgullece el escaso número de peces que descansa en cuarentena ahora mismo. "Es la prueba de que aquí trabajamos muy bien. Nuestro índice de recuperación es muy alto y el de mortalidad, bajísimo". A decir de los expertos acuaristas, la cuarentena del Aquarium de San Sebastián es modélica y ha sido motivo de felicitación de los responsables del Aquarium de Monterrey (California), el acuario más prestigioso del mundo. Buenos enfermos El castigo que reciben en los viajes y los problemas que se originan durante la convivencia entre especies tan diversas originan la mayor parte de las enfermedades. Al menor síntoma, el pez es retirado del tanque en el que se encuentra tras aplicársele anestesia para que no sufra durante el traslado a la enfermería. Allí se le diagnostica el mal y se inicia el tratamiento. "La mayoría son dóciles y se someten sin sublevarse a nuestros cuidados. Salvo los lamotes, que son muy tercos, el resto de los peces, tanto los tropicales como los locales, son muy buenos enfermos. Incluso las pirañas, sobre las que existe un mito sin fundamento. "Son tímidas y nunca han dado ningún problema. Aunque una variedad de piraña es omnívora, no atacan; se esconden", precisa la bióloga. Ante la llegada inminente de los tiburones, prevista para este martes por la mañana, la cuarentena tiene preparado un dispositivo especial para que la aclimatación a su nuevo hábitat sea inmediata. Serán liberados en un tanque de recuperación acondicionado al efecto que se conecta a través de una compuerta con el estanque gigante del oceanario. Después, asegura Amalia, los escualos no suelen dar mucho trabajo porque los parásitos no les atacan. Tienen una piel durísima, pero en cambio sufren mucho de la tiroides.
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