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La fuente de Berriozabaleta

Aunque rematadamente neoclásica, la fuente de Berriozabaleta es, por su ubicación, un rincón romántico por excelencia. Muestra inequívoca de lo bien que le fue a su patrocinador Manuel Plácido de Berriozabalveytia por tierras americanas, este monumento se encuentra semiescondido en las montañas que rodean la villa vizcaína de Elorrio, en el barrio del que recibe el nombre. Hoy, acostumbrados a la inevitable presencia de agua en el propio hogar, no se percibe en su grandeza la construcción de este caño con su correspondiente lavadero, pero esta obra se podría situar a la altura del palacio de Berriozabalbeitia, que forma junto a la ermita reedificada un excelente conjunto neoclásico. El suministro del agua ha sido una de las mayores preocupaciones del hombre desde que comenzó a asentarse en lugares fijos para vivir. Pero para cuando le llegó el turno al barrio de Berriozabaleta, la satisfacción de la necesidad se completaba ya con la búsqueda de la belleza en la acometida de estas obras de ingeniería. Así lo entendió Manuel Plácido de Berriozabalveytia cuando le encargó al arquitecto Miguel de Elcoro el diseño de una fuente en su barrio natal. En este barrio de Elorrio no ocurrió lo que en otros lugares del país, donde eran los vecinos o los ayuntamientos los que se preocupaban de la traída y canalización de las aguas. Berriozabalveytia acababa de regresar de América y quiso mostrar a sus vecinos sus logros en Ultramar. Aunque hay quien ha visto en esta obra influencias precolombinas (hubo quien afirmó que las piedras se habían traído del Perú), la construcción es claramente neoclásica. Manuel Plácido de Berriozabalveytia encontró con acierto el lugar donde ubicar su fuente por la que sería recordado más que por sus hazañas en América. El emplazamiento elegido está en la parte baja del barrio, en una vaguada semiescondida por las casas cuando el visitante se encuentra en el centro del barrio. La bajada hacia el monumento ya es de por sí impresionante. Escoltado por pilares cada cinco metros, el camino lleva únicamente a la fuente, que acapara toda la atención con su imponente presencia. El impulsor quiso que la fuente fuera sólo para consumo humano, por lo que la entrada está vetada para los animales con la colocación de pilares que impiden su paso. Una vez dentro de este conjunto arquitectónico completamente simétrico, la fuente ocupa el lugar central y preferente. Detrás, el lavadero en semicírculo, con pequeños sillares adosados al muro para arrodillarse. Y enmarcando el caño y el lavadero, otro semicírculo más grande, inspirado probablemente en la figura de los anfiteatros romanos, con asientos para disfrutar cómodamente del paisaje que se deja ver desde donde está ubicada la fuente: si el día sale despejado, la tertulia se ameniza con la vista del Amboto, Alluitz, Aitztxiki, Unzillaitz y Mugarra. Todo un festín para la vista, que se puede aligerar con unos tragos del agua de la fuente de Berriozabaleta, por lo demás fresca y pura. Pues para eso construyó Manuel Plácido de Berriozabalveytia la fuente: para que sus vecinos tuvieran una buena agua. Para su sobrino levantó el palacio que se encuentra en el comienzo de la bajada a la fuente, frente al caserío natal del indiano, hoy en proceso de reconstrucción después de que un incendio casi acabara con él. El palacio, también neoclásico desde los cimientos a la cubierta, llegó como consecuencia del particular derecho vizcaíno. Agustín Berriozabalveytia, el sobrino de Manuel Plácido, era hijo segundo, así que, cuando se casó, se encontró con que no tenía casa propia. Su tío, eminente prohombre en las Indias, siempre dispuesto a echar un mano a la familia y con el fin de evitar las conocidas "disputas domésticas entre la suegra y la nuera por los frutos de las gallinas", mandó construir a sus expensas el llamado Palacio de Berriozabalbeitia. Y fue este palacio el primer encargo que tuvo el citado Miguel de Elcoro (también de la familia, como lo eran los canteros y los carpinteros). El generoso mecenas y pariente rico se hallaba mientras tanto gozando de influyentes posiciones dentro de lo que era el poder judicial de las Indias. En su monografía sobre la fuente de Berriozabaleta, Felicitas A. Lorenzo recuerda la ascendente carrera del funcionario Berriozabalveytia en Perú dentro del poder judicial. Hasta que comienzan las guerras por la independencia de este país y el indiano elorriotarra, como fiel servidor que es de la monarquía de los Borbones, se pone del lado de una legalidad que no tardará en caer por la presión de los criollos peruanos, que deseaban la separación de la metrópoli. El calvario vital que se inicia entonces para Berriozabalveytia desembocará en su vuelta a España en 1825, a la corte de Fernando VII, a quien será fiel hasta su muerte en 1850. Estos últimos años los emplea el indiano vizcaíno en recuperar las posesiones perdidas a causa de su estancia en Ultramar, sin olvidarse de su pueblo y barrio natales. Además de los mencionados palacio y fuente, Berriozabalveytia también impulsó el traslado de la ermita al centro del barrio, último elemento neoclásico de este pequeño enclave. Reciente restauración No es una casualidad que la veterana ermita de Santa Catalina, en ruinas hacia 1830, se inaugurara en su nueva ubicación también bajo la advocación de San Plácido. Felicitas A. Lorenzo considera que esta decisión no tuvo por objeto dar más lustre a su promotor, Manuel Plácido de Berriozabalveytia, sino que fue en memoria de la hija de éste, Plácida, fallecida prematuramente. El caso es que la ermita está construida siguiendo los más rancios cánones neoclásicos, lo que le da cierto empaque del que no adolece la fuente, verdadera joya del conjunto. La fuente de Berriozabaleta, restaurada hace cinco años, es el perfecto escenario para una declaración de amor romántica, como las que por la época en que se construyó comenzaban a escribirse en Europa. En un atardecer otoñal, frente a las moles de la sierra de Urkiola, esta isla de piedra rodeada de prados y bosques se presenta como el escenario perfecto para que discurra la imaginación, sólo asaltada por alguna que otra vaca que en vano pretenda beber de un agua destinada por su ilustrado promotor al consumo humano.

Datos prácticos

Cómo llegar: El barrio elorriotarra de Berriozabaleta se encuentra después de tomar una desviación a la izquierda en el mismo alto de la carretera que une Elorrio con Bérriz. Para llegar hasta Elorrio desde Bilbao se toma la carretera N-634 o la autopista A-8 hasta Durango, localidad en la que se coge la BI-632 hasta Elorrio. Desde San Sebastián puede accederse por la N-634 o la A-8 hasta Eibar. Desde aquí, la GI-627 hasta el desvío hacia el puerto de Elgueta por donde se llega a Elorrio. Desde Vitoria, se puede acceder a Vizcaya por el puerto de Urkiola (hasta Durango) y por el puerto de Kanpazar (hasta la localidad de Elorrio), después de haber llegado a Mondragón por la GI-627. Alojamiento: En Elorrio hay un hotel, Villa de Elorrio (tel. 94 6231555), y dos hostales, Nerea (94 6820486) y Cochero (94 6231797). Además, esta localidad cuenta con dos agroturismos, Arabio azpikoa (94 6583342) y Galartza barrena (94 6582707). En las cercanías, en Atxondo, Imitte-Etxebarria (94 6231659). Comer: No hace falta salir de Elorrio para comer bien. La oferta de locales con que cuenta la localidad es amplísima. Además de los hoteles ya citados, merecen destacarse el restaurante Batzoki (94 6583271), el Ganboa (94 6230077), Guria (94 6231795), Intxorta (94 6820804), Jacoba (94 6820252), Jolas-leku (94 6582328) o Lejarazu (94 6588304).

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