"El sombrero se extingue porque hace menos frío que antes"
Beltrán Medrano mantiene su oficio gracias a los gorros que le encargan para el cine, el teatro y la diplomacia
"Ni siquiera yo llevo sombrero", dice Beltrán Medrano. Una afirmación que podría suscribir la mayoría de los ciudadanos, pero que revela una profunda crisis: Beltrán es sombrerero. No es sólo cuestión de moda, sino también de cambio climático. "Esta prenda se extingue porque ya no hace tanto frío en invierno como antes. Ls temperaturas son más benignas y no es necesario cubrirse la cabeza", justifica el artesano.Este hombre de 38 años regenta una tienda-taller abierta desde 1882 en la calle Imperial, 12. Pero es un negocio relativamente nuevo en su familia. Fue su padre, un "sastre de curas" también llamado Beltrán, quien hace 20 años se hizo con el establecimiento. "Decidió cambiar de actividad porque en aquel momento casi no se confeccionaban sotanas. Ya había menos curas, y se vestían de paisano. Él era amigo del sombrerero anterior, porque trabajaba enfrente, y acabó por comprarle el negocio", relata el hijo.
De la crisis de vocaciones religiosas a la del teatro, pasando por la del sombrero: así han evolucionado los Medrano. Para hacer frente a la recesión, el ex sastre se volcó en los tocados para actores. Los escenarios también vivían horas bajas, pero el trabajo especializado no faltaba. Ahora, cuando las salas vuelven a llenarse, Beltrán y su hermana Concepción, que se ha sumado al oficio, trabajan sin respiro.
-¿Quién compra sombreros?
-En invierno, algunas personas mayores. En verano, nadie. En realidad, la venta al público nos cuesta dinero, vivimos de los encargos para el cine y el teatro.
-¿Reciben pedidos especiales?
-Sí. Para el Rey hemos hecho birretes, casi siempre encargados para él por órdenes militares. Igualmente hemos confeccionado solideos para el Papa. Nos los han pedido fieles que tenían audiencia con él.
-¿Y se los ha puesto?
-Claro que sí. Yo le he visto por la televisión con uno mío en una audiencia para peregrinos. Lo reconocí por el remate exterior.
-¿Qué secreto impide que los pequeños solideos se caigan?
-Una cinta de terciopelo en el interior logra que se fijen a la cabeza.
Pantallas, altares, escenarios; palacios, también. Una de las especialidades de Medrano es el bicornio de los embajadores, un tocado vagamente napoleónico cuyo precio alcanza las 60.000 pesetas. Es, de lejos, la pieza más cara de la casa. La añosa elegancia de la chistera o el bombín supone un desembolso seis veces menor.
-¿Hay diferencia entre sombrereros y sombrereras?
-Sí, en general ellas hacen sólo los tocados de mujer, porque los masculinos requieren más fuerza.
-¿Cómo se hace un sombrero?
-Primero hay que engomar el casco, que es una pieza blanda con copa y ala, hecha en fieltro o lana. Viene de fábrica, porque su factura requiere maquinaria muy especial. Con la goma se endurece. Una vez rígido, llega el momento de darle forma.
Beltrán explica los pasos sobre su banco de trabajo, rodeado de estantes que contienen decenas de hormas de madera. Elige la de una chistera, forzosamente cilíndrica. A continuación enchufa una pequeña plancha eléctrica apoyada sobre una guata mojada y sitúa encima el casco, que se humedece con el vapor. "Esto es sudar el sombrero", detalla.
Cuando el casco está suficientemente empapado se empieza a introducir en la horma de madera, para hacer la copa. La tarea requiere, primero, buenos bíceps para tirar y, después, veteranas herramientas francesas, como el avaloir y el lisoir, para proseguir la faena. Dar forma al ala obliga a dar otra mano de plancha. Luego llegará el ribete.
Beltrán Medrano nada tiene del sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas. "En este oficio muchos se volvían tarumba por culpa del amoniaco que tenían que emplear para su trabajo. Pero ya no se usa", tranquiliza. Tampoco le apena que el objeto de su arte caiga en desuso. A fin de cuentas, él sólo se cubre la cabeza cuando llueve. O cuando va en moto, siempre con casco. Le entusiasman las motos antiguas igual que disfruta con su artesanía de ahora, aunque cada vez sea más difícil encontrar materia prima como las plumas.
-Hoy sería inviable un anuncio como aquel de la sombrerería Brave en la posguerra: "Los rojos no usaban sombrero".
-Es que ahora no lo usan ni los rojos, ni los blancos, ni los negros. Si se te ocurre ponerte uno, te miran como un bicho raro, aunque siga siendo cierto que las calorías escapan por la cabeza.
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