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Reportaje:

Las víctimas del doble embargo en Irak

Más de 6.000 niños mueren cada mes por la falta de medicinas y alimentos a consecuencia del bloqueo

ENVIADO ESPECIAL"¿Cuando me muera podré ir a jugar a la calle con mis amigos?". Jelil nunca cumplirá los cinco años. Antes de que llegue su cumpleaños habrá formado parte de esta legión de cerca de más de 6.000 niños que cada mes mueren en Irak. Él es un enfermo de leucemia. Está condenado a muerte por un doble embargo; el decretado hace ocho años por las Naciones Unidas y por el acordado hace seis meses por su Gobierno, que prohíbe la entrada de ayudas caritativas.

Jelil Abbas es un cuerpo diminuto que yace exhausto en una cama del Hospital Infantil de Bagdad. El único vínculo que le une con el mundo es un delgado tubo de plástico transparente que va desde su brazo a la bolsa de plasma y suero. A duras penas puede hablar. Le cuesta esfuerzo. Prefiere dejar fijos sus enormes ojos en el rostro de su madre y permanecer así durante interminables minutos.

"Sabemos que se está muriendo", afirma su padre, un empleado jubilado del Ayuntamiento de Babilonia, que como todas las mañanas ha acudido al hospital con su mujer para pasar los últimos ratos con su hijo.

Jalil lleva año y medio sufriendo. Ahora está en la fase terminal. Su desesperanza se ha convertido en el carné de propaganda de un país que desde hace ocho años lucha contra el embargo que pone trabas para importar medicamentos. Muy cerca de él, en la misma habitación, otros niños en situación similar a la suya son filmados por las cámaras de cualquier televisión internacional.

El Hospital Infantil de Bagdad, en otra época el más importante y moderno del Próximo Oriente, se está convirtiendo en un cementerio. Las últimas estadísticas oficiales aseguran que cada día mueren en el centro unos tres niños. Una veintena cada semana. Nueve decenas al mes. Una cifra exorbitante si se tiene en cuenta que en este mismo hospital entre 1989 y 1990, antes de la guerra del Golfo, el índice de mortandad era sólo de un fallecido cada 48 horas.

Las cifras de muertos en este hospital de Bagdad quedan diluidas en un mar de datos terroríficos, según los cuales, cada mes mueren en Irak 10.000 niños. La cantidad parece excesiva para algunos expertos, que señalan como más creíble la de entre 6.000 y 7.000. Los encargados de contabilizar los muertos no parecen ponerse de acuerdo.

"Nos falta de todo. Incluso los medicamentos más sencillos, como los antibióticos. Los tratamientos con antibióticos no pueden prolongarse durante más de una semana por falta de existencias. Tampoco podemos suministrar plasma o suero durante más de 24 horas por enfermo. Para los niños con convulsiones nos vemos obligados a inyectarles anestesia general. También carecemos de calmantes", afirma el doctor Raid Aljanati, jefe de residentes del Hospital Infantil de Bagdad, funcionario del Estado con un sueldo mensual de unos 6.000 dinares iraquís (unas 560 pesetas), en una ciudad en que una carrera de taxi suele costar entre 750 y 1.000 dinares.

El doctor Raid no ha perdido la esperanza. Está en permanente combate contra la muerte en un centro en que trabajan 20 especialistas y 80 residentes, y que atiende a diario de 1.000 a 2.000 pacientes. Las 363 camas son insuficientes para un censo de enfermos que no ha dejado de crecer desde que terminó la guerra del Golfo.

"Los casos de leucemia son los más alarmantes. En 1994 censamos durante tres meses 39 casos. Ahora tenemos 500. En cualquier país occidental el 50% de los casos podrían curarse con un tratamiento adecuado. Aquí no hay ninguna esperanza. Todos están condenados a muerte. Son víctimas del uranio utilizado en la guerra", añade el responsable del servicio médico.

La malnutrición, campo de cultivo de los niños iraquíes enfermos, afecta ya a un tercio de la población. Las condiciones a que se encuentran sometidos en el país está destrozando una cultura y una raza, aseguran los especialistas. Es un genocidio, apostilla la propaganda oficial.

En Irak, sin embargo, nadie habla de este otro embargo que el régimen de Sadam Husein decretó el pasado mes de junio contra la ayuda caritativa. El Gobierno ha prohibido la entrada de la beneficencia incluido comida y alimentos, que se venían recibiendo de los más diferentes países, administraciones o instituciones privadas.

"No queremos caridad. Exigimos el levantamiento del embargo. Nuestro país tiene recursos económicos suficientes para cubrir nuestras necesidades. No podemos continuar a expensas de la ayuda intermitente, deslavazada, fruto de las malas conciencias", afirman en medios oficiales de Bagdad.

Jelil continúa con la mirada fija en el rostro de su madre. El plasma y el suero gotean constante y en silencio.

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