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Otros tiempos

A Sevilla vino Juan Marichal a admirarnos con su discurso con la precisión y la elegancia propias de la Institución Libre de Enseñanza. Otros tiempos. Vino acompañado de su esposa, Soledad Salinas, quien, respondiendo a mi curiosidad sobre aquellos otros tiempos aquí, cuando su padre llegó a nuestra universidad, evocó, como un grato recuerdo, nuestro modo de vivirlo: contó que el poeta había encargado un comedor de estilo sevillano que se retrasaba meses sobre la fecha prevista de entrega, y, perdida la paciencia ya, casi enfadado Salinas, el carpintero se disculpó diciéndole: "Don Pedro, a los muebles hay que darle lo suyo". Corría el año dieciocho cuando Salinas llegó de La Sorbona a Sevilla, y no sería la primera ni la última persona que se maravillara de nuestro vivir amortiguado, "un hondo desván en el que el tiempo, más que parado se diría que se remansa", según dijo Gil-Albert. Don Ramón Carande también recordaba una anécdota similar sobre un reloj que tardaron muchas semanas en repararle; el día que fue a protestar desesperado, el relojero se encogió de hombros sorprendido: "¡Se va a enfadar usted por un reloj!". Don Ramón aseguraba que en ese momento decidió quedarse en Sevilla. Aquella manera de vivir el tiempo sin medirlo era una cualidad propia de paraísos. Un tiempo aferrado a nuestra memoria que nos deja su huella; se comprende el afán por defenderlo de la trepidación que amenazaba desde fuera. Aquello pasó; ya hemos perdido el miedo y se nos ha hecho el cuerpo a la urgencia y la velocidad. Sin embargo, un día después de la conferencia de Marichal tuve esa sensación de mecida calma en el Teatro Central: tras oír a Randy Weston Sextet y robándole las horas al sueño, los más nos quedamos en el bar a disfrutar de la música de un trío espléndido, de pie, sonrientes y sin prisa. "El río Guadalquivir tiene una estrella escondida. Mi amante la va buscando río abajo, río arriba". Así reza la canción que le gustaba a Pedro Salinas. Seguro que buscaba la estrella sigilosamente y con mimo. No me imagino al amante acelerado.

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