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Un aterrizaje complicado

La aproximación al aeropuerto de Melilla -a falta del prometido sistema radioeléctrico de ayuda- es bastante complicada. Los 1.300 metros del monte Gurugú y los casi 700 del pico de Tres Forcas, donde se produjo el accidente del cuatrimotor de la compañía Pauknair que cubría la línea desde Málaga, forman una dificultad orográfica de primer orden que obliga a los aviones a iniciar su descenso en curva cuando provienen del norte, algo que, como en este caso, es lo habitual para aterrizar en la ciudad española en el norte de África.Los aparatos descienden virando y tan sólo recuperan la línea recta cuando coinciden con el eje del aeropuerto melillense. En realidad, está prohibido que comiencen la maniobra de aterrizaje de forma directa. Entran en un circuito, una especie de hipódromo, y vuelan a unos 3.000 pies de altura hasta que pasan sobre el faro. A partir de ese punto todo depende de la técnica y la pericia de cada piloto.

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El piloto del avión siniestrado cerca de Melilla tenía 0,41 gramos de alcohol en la sangre

El pasado 25 de septiembre, el vuelo PV-401 había despegado del aeropuerto malagueño Pablo Picasso con tan sólo 34 de sus 86 plazas de pasajeros ocupadas. Lo hizo a las 8.25 horas. El trayecto debía durar alrededor de 30 minutos. Y precisamente la última comunicación del comandante Diego Clavero con tierra se recibió media hora después, a las 8.55, en el Grupo Antiaéreo de Combate de Melilla (GAL-7).

Clavero, natural de Córdoba -en cuyo aeropuerto se formó como profesional y donde fue profesor de vuelo antes de trabajar como piloto de fumigación y tratamiento agrícola y de ingresar en la Escuela Estatal de Aeronáutica de Salamanca-, no dio entonces parte de ninguna avería o anomalía.

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