_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Incrédulos

DE PASADAUna brigada de la sociedad de individuos escépticos vino a Granada a combatir algunos de los más acreditados espectros del manual de zoología supersticiosa: el Chupacabras (?), los controladores aéreos del aeropuerto extraterrestre de Nazca, los sanadores por imposición de manos, los homeópatas (sic), Satanás y el embozo de la sábana santa. Los escépticos -como Javier Armentia, director del planetario de Pamplona o el arqueólogo Alfonso López Borgoñoz- desbrozaron cada uno de los misterios hasta dar con la raíz de la tomadura de pelo, esa piedra, maestra del absurdo, que sustenta el resto del fantástico edificio. Hablaron con genio los escépticos de los falsos misterios que fundamentan la existencia de los monstruos o los visitantes de galaxias imposibles, pero eludieron los fantasmas mejor acreditados: los frailes milagrosos, el misterio de la trinidad, las devociones insensatas y las velas votivas, todo el conglomerado de creencias íntimas a las que el pueblo acude en busca de consuelo. Un señor muy racional empezó a gritar de rabia cuando un escéptico del público puso en duda a un conocido cuarteto amasado con el mismo material que los sueños: los cuatro angelitos que tiene mi cama ¡Qué extraordinario! ¡Los escépticos arremetieron contra la homeopatía pero eludieron juzgar la calidad científica de las vírgenes y los cristos milagrosos! Sólo el público que acudió a la mesa redonda se atrevió a mencionar las irrealidades entrañables y fueron medio avasallados por los veedores de ángeles. El escéptico verdaderamente radical no creería siquiera en su proyecto y menos en un concilio de escépticos. En un concilio, los incrédulos se ceñirían al silencio, pues hasta la palabra es vana. Todo está minado por la fábula: los premios que nos conceden las casas comerciales, las promesas de los políticos, los datos económicos, las criaturas bondadosas que viven en los yogures, la letra menuda de las hipotecas, el mitin en el que intervienen hoy a mediodía en Armilla José Borrell y Joaquín Almunia... Si fuéramos incrédulos irredentos dudaríamos de todo, incluidos nosotros mismos, que a veces recibimos el mismo trato amorfo de una ameba o de una marimanta cuando, por ejemplo, entregamos nuestros dolores a la medicina, a la sanidad pública, esa costosa entelequia construida con retrasos, batas blancas y largas e interminables colas de espera. ALEJANDRO V. GARCÍA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_