Homo
Tony Blair ha tenido que volver a salir en apoyo de otro de sus ministro, esta vez Brown, de Agricultura, el cual se ha ¿confesado? (odio esa palabra en este contexto: no es un pecado), se ha definido como homosexual públicamente, tras haber sido sometido, también él, al miserable vapuleo sensacionalista de la prensa. Porque en Gran Bretaña se ha desatado un frenesí homofóbico y no pasa semana sin que acusen a algún ministro de homosexual, como al de Industria, Mandelson, o al de Cultura, Smith, o al pobre Davies, ministro para Gales, al que hicieron dimitir hace diez días.Es increíble que al filo del 2000 haya que seguir aguantando tantas necedades. Lord Tebbit, brontosaurio del Partido Conservador, ha dicho por ahora la memez más completa: "En un mundo en el que se exige a los masones que salgan a la luz, para que la opinión pública vea que nadie hace favores impropios, es de rigor que el mismo criterio se aplique a los homosexuales". Como si los favores impropios no se pudieran otorgar a través de la sexualidad más convencional. Ahí está, por ejemplo, Roland Dumas, actual presidente del Tribunal Constitucional de Francia, al que su amante, desde luego mujer, sobornó con el dinero de una petrolera. Lord Tebbit parece creer que los homosexuales pierden instantáneamente la cabeza por todas las personas de su sexo. A lo peor es que eso es lo que le sucede al lord con las mujeres: por favor, que Tebbit haga pública la lista de sus ligues, por si acaso. Bien pensado, tal vez todas estas pamplinas reaccionarias terminen teniendo un efecto positivo, al evidenciar su ridiculez. Ésta es la primera batalla por la modernidad que Blair está librando (y va a ganar). Felicito al político laborista: por ser coherente, por ser sensato y por darle a la predilección sexual la importancia que tiene. O sea, ninguna.
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