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La ciudad

¿Es el Guggenheim un edificio falocrático? Carlos Hernández Pezzi dice que sí. Y también la Torre Picasso, el Empire State Building, la Torre Eiffel, el Hong Kong and Shanghai Bank, el Capitol, la Torre de Collserola. Prácticamente, la totalidad de la arquitectura ha sido obra masculina y, salvo alguna veleidad, los edificios se han erigido con la energía y la mentalidad de los varones. Y no sólo eso. Las carreteras, los puentes, las alcantarillas, la plena distribución del territorio, ha estado en poder de la masculinidad, y no sería extraño que se hubiera plasmado a su imagen y semejanza.Con esta hipótesis, Isabel León, secretaria del Consejo Superior de Arquitectos de España, promovió un estudio en busca de qué es una urbe o un urbanismo sin la intervención de la mujer y qué serían si, alguna vez, la participación profesional femenina transmitiera sus profundos deseos.

En esa pesquisa han trabajado durante dos años una socióloga, María Ángeles Durán, y un arquitecto, Hernández Pezzi, para dar a la imprenta un par de volúmenes con el título de La ciudad compartida. Durán ha acometido la experiencia de oler, observar y palpar la ciudad como si nunca antes se hubiera percatado de este espacio que nos cubre y nos tatúa. Por su parte, Hernández Pezzi indaga en todo lo humano y lo divino en torno al fenómeno del espacio construido por uno, otro o dos géneros y los efectos que generaría una particular arquitectura denominada "vaginal".

Hoy apenas existe un reducido puñado de arquitectas o urbanistas influyentes. ¿Pero serán las viviendas, los edificios, los pueblos y las ciudades de otro modo, de otros colores, con otras formas y sensaciones cuando los proyecten, en su mayoría, mujeres? Podría ser. He aquí una razón más para tratar de no morirse enseguida.

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