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Una interlocución social débil

La presencia del cooperativismo en la economía valenciana es notable, y creciente. Como prueba, bastan unos pocos datos ilustrativos: el imparable desarrollo de la comercialización cooperativa de nuestra producción agrícola, y de los propios suministros del sector de la mano de Anecoop, Coarval, Oli d"Or, etcétera; el crecimiento espectacular en las dos últimas décadas de Consum; el lugar destacado de las cooperativas de Trabajo Asociado en los sectores del vidrio, mueble, artes gráficas, enseñanza, servicios sociales, transporte, etcétera; la gestión del 13% de los depósitos del sistema financiero valenciano por parte de nuestras cooperativas de crédito, porcentaje tres veces superior a la media nacional... Nuestra participación en la economía valenciana es notable y creciente. Para apreciarlo hay que echar la vista atrás. Tan solo unas pocas décadas. Presencias inapreciables, o inexistentes, en la distribución comercial, en el sector financiero, o en la enseñanza, por citar algunas referencias; o con un cooperativismo agrícola embrionario, disperso, poco consistente y de muy precaria profesionalidad. Los aires que obligatoriamente se respiran en las dictaduras han sido siempre muy poco propicios a las fórmulas asociativas. Fue en los últimos años del tardofranquismo cuando se inició el despegue del cooperativismo valenciano, en las estimulantes realidades que ahora pueden constatarse. ¿Y cómo los cooperativistas no logramos tener un peso específico ante el entorno social e institucional, en justa correspondencia con nuestra envergadura económica? Porque, seamos realistas y aceptemos las cosas como son: la nuestra es una interlocución necesitada de aprecio y de respeto. Los cooperativistas que me lean, y más aún los que estén cerca de las vicisitudes representativas del sector, cuentan con infinidad de anécdotas para corroborarlo. Y no sólo las referidas a la actual administración autonómica. Los males se arrastran de mucho tiempo atrás, y no hemos sido capaces de ponerle remedio. Para nuestra desgracia, la voz del cooperativismo es débil y dispersa. En los últimos años han sido muy escasas las iniciativas para la defensa global del sector. Y menos frecuentes aún los posicionamientos en bloque de todo el cooperativismo valenciano en apoyo de un sector cooperativo específico. Tampoco ha sido muy frecuente hasta ahora que una Federación de sector acuda a la Confederación de Cooperativas Valencianas para que le respalde o apoye, o potencie en algún caso su presencia social. Precisamente, y con alegría para quien esto escribe, después del verano se han producido dos novedades que contradicen lo anterior. Según publica la revista Vida Cooperativa, la Confederación, órgano representante de todo el cooperativismo valenciano, ha dirigido dos demandas a la Generalitat que hacen pensar en un cambio significativo, y muy esperanzador, de las actitudes que arriba describíamos como habituales. En un caso, canalizando hacia el poder autonómico la aspiración del sector de Trabajo Asociado para que se reduzca a tres el número mínimo de socios. Y en el otro, para hacer patente la necesidad de contar con el cooperativismo en la configuración de las políticas de empleo, con motivo de las transferencias del INEM a la Generalitat Valenciana. Éste es, sin duda alguna, el camino a seguir. Los comportamientos dinamizadores e integradores debieran ser una constante en la actuación de nuestros representantes federativos. En coherencia obligada, y elemental, con el espíritu asociativo que ha sustentado desde siempre la existencia de cualquier realidad cooperativa. Estos indicios de cambio, este proceso de reforzamiento en la interlocución institucional del sector, no va a contar, como es lógico, con los parabienes de quienes se han venido beneficiando, de muchos modos y maneras, de esta debilidad nuestra. La unión hace la fuerza: es una prédica habitual entre los cooperativistas, que reclama multiplicidad de concreciones. Hemos sido capaces en estas décadas últimas de generar presencias destacadas en sectores importantes de la economía valenciana, y marcadamente competitivos como la distribución comercial, el financiero, la comercialización agrícola, etcétera. Pero aún no hemos sabido lograr sinergias asociativas a niveles superiores, como lo han conseguido otros grupos sociales. Para valer nuestros intereses, para lograr una interlocución sólida en el concierto social, hemos de superar inercias y recelos. Es un reto pendiente, ante el que se vislumbran cambios y avances. Afortunadamente.

Josep M. Soriano Bessó es presidente del Grup Empresarial Cooperatiu Valencià-GECV.

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