"Los escenógrafos no han podido conmigo"
Se nota que Riccardo Muti, a sus 57 años, disfruta con su trabajo. Las pruebas físicas que sobrepasa no hacen mella en este napolitano, director de La Scala de Milán y uno de los personajes más influyentes de la música clásica en la última década. Acaba de dar tres conciertos en España, adonde viene muy a menudo y de la que confiesa, como italiano, "sentir envidia" por el gran auge que la música tiene aquí. También ha llegado dispuesto, dice, a instaurar "la dictadura de los compositores".
Muti ha dado tres conciertos esta semana en España - dos en Madrid y uno en Santiago de Compotela- y resalta la calidad de las salas construidas en los últimos años. Por ahora, en Madrid el público va a tener que conformarse con verle en el Auditorio Nacional porque para el Teatro Real no hay nada, de momento. Muti se excusa: "Preparar un montaje para el Real es muy difícil". "Sin embargo, me encantaría venir y espero hacerlo con La Scala y tender un puente entre los dos teatros". Alguien sugiere Verdi y a él le seduce la propuesta. "Don Carlo, por ejemplo, o La fuerza del destino". También actuará en el Liceo de Barcelona en la temporada de apertura. "Estoy muy satisfecho porque es uno de los teatros más carismáticos de Europa", destaca. De hecho, él ha ofrecido ya un concierto extraordinario para recaudar fondos que ayuden a su reconstrucción.
Habla mucho de dictaduras para explicar la evolución de la música este siglo. "En los años cincuenta y sesenta vivimos la dictadura de los divos", relata, "las partituras se adaptaban a sus posibilidades, se cortaban las óperas y se bajaban los tonos para que pudieran lucirse".
Fieles al autor
Después llegó la dictadura de los escenógrafos, pero "esa no ha funcionado conmigo", aclara maliciosamente. Y continúa: "En los últimos años se ha vivido un gran interés por la música antigua, de los siglos XIV, XV y XVI y del siglo XX, pero eso no quiere decir que a los compositores considerados de repertorio, es decir, de los dos siglos precedentes al que ahora acaba, se les tenga que maltratar". "Por eso existe una gran preocupación entre algunos directores de orquesta por recuperar las composiciones enteras, por ser fieles al autor sin que eso suponga que nos volvamos unos frígidos", dice. Ése es su principal reto como músico, caminar por ese alambre que le permita ser fiel a las notas pero sin renunciar a un sello personal. "Hoy se ha hecho mucho por recuperar la esencia de Mozart y Rossini", explica. Pero faltan, por ejemplo, Donizetti o Verdi, al que Muti adora y cuyas interpretaciones le han llevado a la cumbre en la que está instalado hoy. Muti defiende que en el siglo XXI se instaure "la dictadura de los compositores" y convertir así a los músicos en las auténticas estrellas del negocio.Pero los divos también se han pronunciado sobre la dictadura de los directores de orquesta. Este verano, el tenor francés Roberto Alagna y la soprano rumana Angela Gheorghiu descargaron sobre Muti acusaciones como que no escuchaba a los jóvenes o que él mismo era un dictador. El director responde: "Esos señores han tenido muchos problemas en muchos teatros del mundo. Yo soy el último en la larga escala de esos problemas. Punto. No tengo más que decir y espero que de esta interesante conversación no destaque ese apartado".
Prefiere hablar de otras cosas como de su preocupación en torno a que la gente huya de los teatros. "Hay que ir a los teatros y a los auditorios a escuchar la música. Yo soy un gran defensor de la música en vivo frente a la música en el supermercado", asegura. "La verdad que se vive en los teatros no se vive en ninguna otra parte y me preocupa que en esta época en la que dando a un botón se pueden disfrutar de versiones míticas, la gente las sustituya por el placer de conocer cosas nuevas en los teatros. Es un gran peligro". Sin embargo, Muti destaca que el nivel de exigencia del público que va a los teatros es mucho más alto en la actualidad "porque la gente es mucho más culta".
Babelia
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