El mejor regalo
Cuando la familia real entró ayer tarde en la sala sinfónica del Auditorio Nacional, el público que la abarrotaba estalló en una ovación de calor y duración especiales. Todos felicitábamos a doña Sofía con motivo de su 60º aniversario, y la Orquesta Nacional le dedicaba el regalo que más ama: música de alta categoría y bien interpretada.Para comenzar, 45 segundos magistrales de Cumpleaños feliz, en la versión que sobre el célebre temilla escribió Stravinski en 1955, año del estreno de su Canticum sacrum. Luego, la Sinfonietta, de Ernesto Halfter, compuesta por el discípulo de Falla en 1925, cuando contaba 20 años. Con esta obra primaveral, clásica y moderna cuya forma combina la de la sinfonía clásica y el Concerto grosso, el mundo descubrió y abrió sus puertas a una nueva voz española que, al mismo tiempo, encarnaba a la generación musical del 27. Sonó bien en manos de Adrián Leaper y la ONE, aunque se quedara corta en la medida de la gracia.
En la segunda parte, Mstislav Rostropóvich, el grandísimo violonchelista, conmovió a la audiencia con las intensas emociones del concierto de Anton Dvorak. Rostropóvich es un fervoroso admirador y entrañable amigo de los Reyes, un artista de palacio, como se decía antiguamente, y como lo fue de muchacho Pablo Casals. Las interminables bellezas de una de las más significativas partituras del compositor bohemio fluyen, se matizan, crecen, se tornan íntimas o extrovertidas, meditativas o brillantes en el violonchelo de Rostropóvich. No cabe mejor entendimiento ni más hermosa expresividad de este rey de los conciertos violonchelísticos que la que palpita en cuanto hace Rostropóvich, muy bien asistido por la ONE y su director Leaper, maestro titular de la Filarmónica de Gran Canaria. Las insistentes ovaciones a los intérpretes encerraban también el homenaje a la Reina en su feliz cumpleaños.
Babelia
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