Demasiado pronto
El Teatro Real se ha acercado a Elektra demasiado pronto. La ópera más radical y violenta de Richard Strauss tiene una partitura de altísima dificultad, oportuna para orquestas muy fogueadas en el terreno dramático. No lo está actualmente la Sinfónica de Madrid, aún en lógico periodo de asentamiento.Elektra es una ópera que gusta a los primeros espadas de la dirección musical. Abbado, Barenboim, Maazel, por ejemplo, la dirigen con cierta frecuencia. Siempre, por supuesto, teniendo detrás una orquesta de lujo.
García Navarro ha sobrevalorado sus posibilidades o las de la orquesta. La tentación de un lucimiento como el que permite esta obra le ha llevado a tomar una decisión precipitada programándola. Se ha arriesgado y se ha equivocado. Su dirección carece de tensión en la mayor parte de la ópera, es blanda, no estremece; los mejores momentos ambientales los consigue, desde el momento de la entrada de Orestes hasta la muerte de Egisto; después se pierde en un efectismo que roza lo superficial. Es una concepción musical que no produce desasosiego, no perturba, no sacude emocionalmente. Elektra tiene demasiadas dificultades para una formación orquestal y un director en fase de estabilización.
Elektra
De Richard Strauss. Libreto: Hugo von Hofmannsthal, basado en la obra de Sófocles. Director musical: García Navarro. Director de escena: Henning Brockhaus. Con: Eva Marton, Ana María Sánchez, Anne Gjevang, Kenneth Riegel y Hans Tschammer. Orquesta Sinfónica de Madrid. Producción del Teatro de la Ópera de Roma. Teatro Real, 3 de noviembre.
Propuesta escénica
El Real tampoco ha acertado con la elección de la propuesta escénica. La de Brockhaus, originalmente para la Ópera de Roma, utiliza en anchura menos de la mitad del escenario del Real y en profundidad tampoco es muy boyante. Produce claustrofobia. La idea de una correspondencia entre la tragedia griega y las ruinas del teatro de La Fenice de Venecia, calcinado después del incendio, es atractiva; no así la realización, limitada y poco imaginativa. Tampoco hay una dirección de actores que alumbre las complejidades del drama. Cada uno va a su aire. Eva Marton tiene todas las tablas del mundo y sale airosa. Ana María Sánchez da carreras y más carreras sin ton ni son: no tiene la culpa. Es una dirección escénica opresiva, con escasos recursos para desentrañar la psicología de los personajes. No favorece a la intensidad de la ópera.La soprano húngara Eva Marton (Elektra) ha perdido brillo en el timbre y no posee la fuerza expresiva de antaño, pero su Elektra está llena de carácter, de entrega, de furia. Sigue impresionando. La soprano alicantina Ana María Sánchez (Crisotemis), gran verdiana, matiza con primor algunos fragmentos y llega un poco justita al final de la obra. Su línea musical es dúctil, valiente, incide en el humanismo de su personaje. Cumple Anne Gjevang como Clitemnestra y realiza un estupendo Egisto Kenneth Riegel.
Triunfaron las voces, especialmente las de Marton y Sánchez. Ya habían cantado juntas esta ópera en Valencia hace unos años, con la desgraciadamente fallecida Leonie Rysanek. Desde entonces la soprano española ha depurado su forma de canto y Marton mantiene su capacidad expresiva. Para García Navarro hubo división de opiniones y para el equipo escénico aplausos de cortesía.
Babelia
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