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Entrevista:

"Es falso que "lo nuestro, lo propio" sea lo mejor"

Quiere decir tanto y tan aprisa que en algunos momentos apenas vocaliza. A veces, se le desliza un leve acento catalán. También su indumentaria le delata. Un polo naranja y unos inmaculados zapatos marrones de cuero le dan cierto aire barcelonés al traje negro. Colaborador de Koldo Mitxelena, hoy flamante catedrático, Ibon Sarasola prepara el final de un exilió que él mismo decidió iniciar hace once años. Votó en las elecciones del domingo y aún se declara nacionalista. Precisa: "En el filo, pero al lado nacionalista", precisa. Pregunta. ¿Porqué se fue? Respuesta. Por cuestiones personales y académicas. Desde mi primer viaje a Barcelona, en tercero de ingenieros, tuve la idea de ir algún día a estudiar y quedarme allá. Me fui definitivamente en 1987. Al margen de razones personales, fue porque me ocurría algo muy frecuente en las universidades: gastas la mitad de tus energías en "cuidado con este tío que me va a hacer una putada"... y no estaba dispuesto a perder un minuto en este tipo de maniobras. Yo quería investigar. En Barcelona, no me meto con nadie, nadie se mete conmigo. Es la situación ideal. P. ¿Qué ha cambiado para que regrese? R. Los hijos. Tengo dos, de cinco y siete años. No quiero que sean catalanes, sino que tengan la oportunidad de elegir. Yo asocio sus caras con el euskera. Jamás me han dicho una palabra en catalán. Si nos quedamos allá llegará el día en que me hablen en catalán y no será posible mantener nuestra relación en euskera. Además, es hora de que vuelva, de hacer algo por el país. Necesito nuevos retos. P. ¿Qué se siente al ser el primer hijo pródigo que vuelve a la UPV por la puerta grande? R. No tengo esa sensación en absoluto. Ni de hijo pródigo, ni de entrar por la puerta grande, ni de ser el primero. Este revuelo me parece desproporcionado. P. ¿Tendrá sueldo de estrella? R. No creo. No sé cuánto voy a cobrar. Tengo que cobrar como cualquier catedrático, más trienios y esas cosas porque soy viejo, pero nada más. P. ¿Qué nota le pone a la literatura vasca actual? R. El idioma de mayor calidad está en la literatura, porque en los textos educativos es baja.Hay muy buenas traducciones al euskera de las que nadie se ha enterado. Bastantes traductores miman más el idioma que algunos escritores. En las listas de los más vendidos se ve que la cosa no es normal: en las de castellano, la mitad son extranjeros; en Cataluña, también la mitad son traducciones. En cambio, en las de euskera, no encuentras una ni por el forro. La gente todavía tiene la idea esa de "lo nuestro, lo propio". Es falso que eso sea mejor. P. ¿Euskadi aún se mira el ombligo en exceso? R. Sí, sobre todo, ciertos sectores. Es un tópico, pero sigue vigente. Somos como todos, igual de malos, igual de buenos, igual de mediocres. Es lo único en lo que estamos normalizados. P. El resumen del panorama que ha quedado tras las elecciones es singular. El PNV gana en Vizcaya; EH, en Guipúzcoa; el PP, en Álava. 41 escaños son nacionalistas y 34, no. La mitad del Parlamento es de izquierdas la mitad de derechas. ¿Qué une a los vascos? R. Eso no tiene porque ser un factor de desunión. En todo el mundo más o menos la mitad es de derechas y la otra, de izquierdas. En Cataluña, la mitad es nacionalista, la mitad no, ¿y qué? P. Pero, ¿existe esa fractura social de la que tanto se habla? R. Desde la tregua [de ETA] hay unas expectativas de cerrar ese capítulo que existía. Profesores catalanes que han estado en la Universidad del País Vasco me han dicho a la vuelta "¿Allí vas a ir?". Literal. Han percibido, hace uno, dos años, un ambiente de crispación con colegas de la UPV. Esa fractura iba cada vez a peor. Entre el espíritu de Estella, el de Ermua y el no sé qué, todos estaban cada vez más disparados. Tenemos que conseguir que esto sea un país normal, menos fanático, en el que hay gente de todas clases y no pasa nada. En mis clases en Cataluña, hay independentistas, van con sus pegatinas, y no pasa nada. Y cuando arman follón lo hacen dentro de un orden. P. La política de euskaldunización gusta a pocos. Para unos es acelerada e impositiva; para otros, lenta y demasiado blanda. R. Hay mucha hipocresía en todos los partidos. Hacen mucha utilización política del euskera. Y el idioma lo está padeciendo. Personalmente, creo que el idioma se está resintiendo de la velocidad que le están metiendo. Esta saliendo una mezcla, una especie de chicano. Haciendo las cosas un poquito más despacio hubiera ido mejor, y no creo que el proceso se hubiera ralentizado. P. Hay que hacer las cosas bien, no vale cualquier cosa. R. Hay que aclarar qué se pretende. Si es que el idioma avance, para mí eso supone que cada vez más gente lo hable a gusto, porque le sale de dentro. Ahora existe un peligro de irlandización grande. Que le pase como al gaélico irlandés o el latín: todo el mundo lo aprende, pero nadie lo habla. Para eso, prefiero no gastar un duro y que se quede como está. Aunque es cierto que para que haya un progreso la gente lo tiene que conocer, es un disparate que personas de 30, 40 o 50 años, que sabes positivamente que nunca dará una clase decente en ese idioma, tenga que pasar ese trago. Les haces polvo y el idioma no gana nada. ¿Cómo se casan estos elementos?... No sé. P. ¿Cuándo estará despolitizado y será un idioma, sin más? R. Al euskera le conviene que sea cuando antes sólo un idioma pero me da la impresión que no va a ocurrir en un plazo razonable. P. ¿Qué va a investigar aquí ? R. Tengo entre manos una antología de la literatura vasca hasta 1880. Pero me da que tendré que dedicarme a afinar la terminología científica. Tengo la impresión de que, con honrosas excepciones, de todo lo que se publica en vasco, los textos universitarios son los que tienen un euskera de peor calidad. La cuestión es conseguir que la producción científica universitaria en euskera tenga un mínimo de calidad,que tampoco la tiene en castellano.

"Daré clase por no perder contacto"

La categoría que estrenará cuando se reincorpore a la Universidad del País Vasco no le obliga a pisar un aula. No obstante,Ibon Saraola afirma que dará clase. Pero con condiciones. Y adelanta que quiere cierta libertad: "Dar lo que quiero, donde quiero y como quiero". No desea perder el contacto con la juventud. "Me gustaría el primer curso, para pervertirles, pero ya se verá qué pasa". Le gustaría también que los universitarios vascos tuvieran libertad absoluta para elegir en qué idioma quieren estudiar cada asignatura. "Hay que lograr que los alumnos elijan ir a la clase del profesor que les dé buenas clases, sin que importe en qué idioma se las da". Sarasola dice que no sabe si en la UPV podrá repetir lo que hace en la Universidad de Barcelona. Relata que a los de primero les da en castellano porque él se siente más cómodo. Pero que, a partir de segundo, cuando ya se conocen mejor, les habla en catalán. De todos modos, puntualiza que si en una clase en castellano alguien le pregunta en catalán "le respondo en ese idioma y no pasa nada". Ésa es para él la situación más "saludable" y por eso considera "esencial" que se pueda elegir profesor. Esta opción se incluye en el proyecto rectoral para extender el uso del euskera en la UPV, un plan que ahora está en pleno debate. Tan sólo lo conoce por referencias, pero asegura: "Gente de la que me fío me ha dicho que es un trabajo muy bueno".

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