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Comerciantes

Dicen que el éxito en el mundo de los negocios consiste en ver la peseta para ganar donde otros no la ven, o al menos en verla antes que los demás. Hay ocasiones, sin embargo, en las que esas posibilidades de negocio están a la vista de todos y lo que sucede en realidad es que existen leyes o normas que impiden desarrollarlos. Eso es lo que sucede los domingos y festivos en las zonas turísticas de Madrid. Espacios muy concurridos en esas fechas por extranjeros y, sobre todo, por ciudadanos de otras provincias que nos visitan y que, paradójicamente, no tienen dónde comprar ni una corbata para hacer un regalo porque los comercios están cerrados.Con ser la de Madrid una de las comunidades autónomas más permisivas en materia de horarios comerciales, el calendario oficial sólo autoriza la apertura durante 13 domingos y festivos en todo el año. Esta cifra, vigente desde hace dos años, fue el fruto de una componenda conseguida a duras penas entre los grandes y los pequeños enfrentados por esa causa en una guerra sin cuartel. Una guerra de intereses no siempre bien definidos ni meditados por parte de algunos contendientes. Lo cierto es que esa estructura de horarios que encorseta la actividad comercial es la que rige en la actualidad y será difícil modificarla porque resulta poco apetecible políticamente reabrir en año de elecciones un melón cuyo caldo siempre termina salpicando en los pantalones a quien le mete el cuchillo. Parecía posible, en cambio, introducir en la nueva ley madrileña del comercio minorista una figura que posibilite aprovechar el tránsito de visitantes. Esa figura sería la de "Zona de gran afluencia turística", una consideración que permitiría una total libertad de horarios a aquellos comercios que estuvieran situados en ella.

La propuesta en este sentido, manejada por la Dirección General de Comercio de la Comunidad de Madrid, contemplaba en principio que las tiendas ubicadas en el entorno de la zona del Museo del Prado serían beneficiarias muy claras de la medida, al igual que las que se encuentran en los aledaños del Rastro. Sin ser espacios estrictamente monumentales, hay otras áreas igualmente muy frecuentadas por los foráneos en las que la apertura en domingos y festivos resultaría también justificada, como es el caso de las calles Carmen y Preciados. Un planteamiento razonable que ha chocado, sin embargo, con la frontal oposición de pequeños y medianos comerciantes.

Los presidentes de Copyme y de Cecoma no llegaron a recibir de forma oficial la propuesta de la Comunidad de Madrid cuando ya se negaban tajantemente a discutirla. Ambos entienden que cualquier liberalización de horarios, por localizada y específica que sea, vulnera los intereses de las tiendas en favor de los grandes almacenes. Una postura casi obsesiva que obliga a recordarles la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos. Hace más de veinte años, los tenderos de Carmen y Preciados escenificaron una auténtica rebelión contra la intención del Ayuntamiento de peatonalizar aquellas dos calles. Por suerte, su radical rechazo no disuadió al gobierno municipal. Por suerte para los propios comerciantes, que asistieron desde entonces a una revitalización galopante de sus negocios. En la actualidad, esas dos calles de Madrid ostentan la primera posición en el mercado de alquileres de locales comerciales. Su metro cuadrado es hoy el más caro de toda España. Aquel espacio es, además, la prueba concluyente de los beneficiosos resultados de la simbiosos entre los grandes y pequeños comerciantes. En la complementariedad y la buena convivencia de ambos reside el tirón comercial de esas calles, en abierto contraste con otras muy próximas, como las de Hortaleza o Fuencarral, que fueron languideciendo y que no terminan de arrancar a pesar de la bonanza.

La libertad de horarios en zonas turísticas no prosperará porque ya advirtió la Dirección General de Comercio que sólo se llevaría a cabo por consenso, lo que parece imposible con actitudes como las mostradas por las patronales del pequeño comercio. Todo seguirá igual que ahora y la oferta comercial de Madrid no estará para los de fuera a la altura de la demanda. El dinero siempre termina huyendo de los que tratan de poner puertas al campo.

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