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Una exposición de témperas y acuarelas muestra la espiritualidad de la etapa adulta de Julius Bissier

El archivo familiar de los herederos del artista alemán Julius Bissier (1893-1965) se ha abierto para mostrar una colección de témperas y acuarelas junto a los monotipos con los que pintor investigó los caminos de la abstracción. Medio centenar de obras propiedad de la familia Bissier que en su mayor parte se exponen por vez primera en Bilbao, muestran el delicado trabajo de un artista "guiado por la voluntad absoluta de convertir su pintura en la expresión espiritual inmediata de su existencia personal", explica el comisario de la muestra, Kosme de Barañano.

La obra de Bissier tan sólo se ha visto en España anteriormente en dos ocasiones, en sendas exposiciones organizadas en Barcelona y Valencia. La muestra que hoy se abre al público en la sala de exposiciones de la Fundación BBK de Bilbao está formada por la colección esencial que el artista reservó para sí mismo y en la actualidad se encuentra en manos de su hija Dorothèe. Barañano encuadra a Bissier en el grupo de "grandes solitarios del arte del siglo XX", junto al italiano Giorgio Morandi y el norteamericano Mark Tobey, entre otros. La espiritualidad que guió a Bissier le permitió crear "una obra que plantea las preguntas elementales respecto a la existencia efímera de los objetos dentro del espacio, la relación entre el símbolo de carácter individual y lo universal, entre monumento y duración". Trabajos con tintas Los trabajos con tintas de Bissier en los años 30 y 40 se adelantaron considerablemente al movimiento informalista. En las obras recogidas en la exposición, posteriores a ese período, se reconocen elementos que también aparecen -las cruces y la utilización de simbólica de letras, por ejemplo- en la pintura del catalán Antoni Tàpies. La colección, fundamentalmente procedente del archivo familiar, ofrece una muestra del trabajo adulto de Bissier, cuando a finales de los años 40 alcanza su estilo más personal, tras haber abandonado los bodegones, paisajes y retratos que seguían las pautas de la nueva objetividad imperante en Alemania y le procuraron en su etapa juvenil el primer reconocimiento público. "Se trata de pequeños formatos, de signos existenciales de una gran condensación meditativa", señala el comisario. "El trabajo de Bissier es solitario y casi siempre nocturno, a modo de ejercicio espiritual. Sentado delante de una mesa, en una exigua habitación, crea como un monje medieval las tintas simbólicas como las que se presentan en esta exposición". La parte central de la muestra está formada por témperas realizadas al estilo tradicional con pigmentos puros, de 1957 a mayo de 1965, apenas un mes antes de su fallecimiento. Varias de las piezas destacan por el empleo de pan de oro. "Contienen pan de oro no por el espíritu de riqueza que pueda suponer, sino porque para Bissier constituye un elemento de reflejo, un nuevo foco de luz, con el que se dirige al espectador como el monje medieval ilumina sus pinturas de corte religioso", afirma Barañano. Junto a las témperas se presentan 11 acuarelas, realizadas entre 1956 y 1965 en diferentes puntos de Suiza y el sur de Francia. La exposición se cierra con una colección de monotipos (obras estampadas como el arte gráfico, pero una sola vez para crear ejemplares únicos), realizados tanto con pluma y con brocha. Más allá de contribuir a la difusión de la obra de Bissier, la exposición trata de combatir el calificativo de oriental que se ha asociado a sus miniaturas. Barañano asegura que el orientalismo que se atribuye al artista alemán es un tópico. "Ni en Tobey ni en Tàpies ni en Bissier hay una abdicación del sentido de la pintura occidental, de la creación de un objeto que funciona autónomamente", puntualiza. "En todos ellos hay un gran conocimiento del arte oriental y un aprecio por la vida ensimismada y sencilla del budismo zen, pero sus caligrafías y su sentido del quehacer artístico es fundamentalmente europeo".

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