Sáhara interminable
EL NUEVO aplazamiento del referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental, al menos un año, hasta finales de 1999, según la propuesta del secretario general de la ONU, es una mala noticia. Cada día que pasa parece más irreal la consulta que debe decidir el destino de la antigua colonia española -independencia o anexión a Marruecos- y el final de un conflicto que dura 23 años. Desde que el proceso se iniciara en 1994, con el fin de determinar el censo de votantes de este vasto desierto rico en fosfatos y con un litoral codiciado por sus bancos de pesca, ha sido imposible sentar un acuerdo entre entre Rabat y el Frente Polisario. El compromiso concluido en Houston con la mediación del ex secretario de Estado norteamericano James Baker pareció alumbrar el final del túnel. Pero, transcurrido un año, se ha convertido en fuego fatuo.Todo indica ahora que la ONU, encargada de organizar la consulta, está atrapada entre dos fuerzas crecientemente hostiles, Marruecos y Argelia, país que apoya las pretensiones independentistas del Polisario. Como casi siempre, se alegan nuevos desacuerdos sobre la inclusión o no en el censo de 60.000 personas de tribus diferentes. Rabat, que desde la marcha verde de 1975 ha hecho de la recuperación de las provincias del sur su prioridad, las necesita para desequilibrar en su favor la eventual votación. El Polisario, que quiere limitarse al censo español de 1974 con ligeras correcciones, las rechaza por no considerarlas pertenecientes a tribus saharauis.
El hecho relevante, sin embargo, es que las relaciones entre Rabat y Argel empeoran por momentos y que sus órganos propagandísticos están enzarzados en una peligrosa guerra de palabras. Argelia acusa a Marruecos de incrementar sus fuerzas en la frontera común e incluso de apoyar a los islamistas del GIA. Rabat achaca a su vecino intentos de desestabilización del régimen alauí. La celebración de elecciones presidenciales en Argelia en febrero próximo enrarece más aún el panorama. Kofi Annan anuncia una visita a la zona en noviembre. El secretario general de la ONU deberá emplear a fondo la firmeza y mano izquierda que se le acreditan para rescatar urgentemente el realismo y el sentido común.
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