El oráculo que nos surgió del frío
Ya tenemos el pie en la tierra nueva, pero como escribo desde la vieja, me faltan palabras. Cuenta Rabelais que en su expedición marítima hacia el oráculo de Diva Botella, Pantagruel y su alegre compañía arribaron a una región donde oían voces, pero no veían a quien las pronunciaba, y eso que debía tratarse de una multitud, porque el barco se hallaba rodeado. Tras mucho devanarse los sesos sobre la procedencia de semejante algarabía y de acudir a las autoridades de los principales filósofos, el enigma lo resuelve el piloto, un mero ganapán. Como se hallan en el confín del mar Glacial, asegura el enteradillo timonel, las palabras se helaron al mismo tiempo que los cuerpos de dos ejércitos que allí combatieron el invierno pasado. La bonanza de la primavera pudo haber comenzado a deshelar algunas, las que oían a su alrededor como gorgoritos de sirena. A mí también me hubiera gustado enfilar para ustedes bonitas palabras como cuentas de ámbar o guindilla, pero no hay forma. Pese a disponer de un magnífico microondas y de haberle metido el gran paquete de opiniones congeladas el mismísimo día después y enviadas por fax a través del túnel del tiempo, no consigo, un díaa después del crucial escrutinio, escribir nada sobre lo que se pueda sentir en cuanto se pone el pie en el nuevo mundo, ése que todavía chorrea urnas. Una de dos, o se ha roto la cadena de frío o me congelaron las palabras por sílabas y ahora no hay hijo de la Real Academia -ni de la Foral- que las desenmadeje. Y no será porque no lo he intentado, pero sólo me salen conjeturas; y nada hay peor que una conjetura recibida en el momento de las certezas como no sea una paella caducada. Bueno sí, dos. Y aunque las tuviera no sonarían lo mismo. Me refiero a las palabras. Seguro que paz, mayoría, perdón, frente, autodeterminación, alianza o preso ya han empezado a cambiar de significado aunque todavía no signifiquen lo que a medio plazo. Como también puede que euforia, baladronada o ayuntamiento están sonando en varias lenguas. Y muy intensamente. Poco importa, lo principal es que haya salud -ya saben, ese estado incompatible con la gasolina y el plomo-, el resto se resuelve poniendo a contribución del diálogo -por flatulento o chorretoso que se presente- diccionarios, constituciones, códigos y demás mamotreos inventados por la civilización, ese cuento que parece que todavía no acabamos de creer que hayamos escrito. Después de recorrer en vano el Viejo Mundo buscando respuestas, Panuergo, Pantagruel y la alegre cuadrilla de sinvergüenzas que componen la tripulación de esa nave Argos tan desaforada como renacentista deciden partir hacia el Nuevo Mundo. Tal vez en él encuentren algo capaz de legitimar la relación entre palabra y realidad, algo que dé consistencia al significado, el vellocino dorado que permita interrogar al mundo real desde un lenguaje congruente. Ni que decir tiene que la Diva Botella -último destino de un viaje rico en peripecias y dilatado en puertos y experiencias- sólo podrá revelarles la certidumbre de la muerte. Pero ahí queda la lección, vivir es buscar. Mientras haya vida habrá posiblemente esperanza, pero, seguro, búsqueda. En el hermoso poema titulado Itaca, Kavafis dice exactamente lo mismo. El viajero ha de pedir que su viaje sea largo, que Itaca esté la principio, como meta, pero que se alcance al final con cuanto haya ganado uno en el camino. "Itaca te regaló un hermoso viaje. Sin ella el camino no hubieras emprendido. Mas ninguna otra cosa puede darte". No creo que a estas alturas estemos ni siquiera al otro lado del espejo, sino con otro paso dado en el camino que al andar traza el propio pie, de ahí que tampoco convenga ponerse demasiado solemnes. Por eso me gustaría saludar este primer día del resto de nuestras vidas en común con un grito rabelesiano: vivamos como comamos, contraigamos deudas -porque obligan a que se practiquen las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad- y limpiémonos el culo con un pajarillo, que en eso, y no en el néctar y la ambrosía, reside la felicidad de héroes y semidioses en los Campos Eliseos.
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