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Chicle

DE PASADASi usted viene a Granada y mientras camina pisa un chicle y se lo lleva prendido en la suela hasta que en su casa, o en un lugar reposado, logra liberar las tenaces fibras de goma del zapato sepa que ha ahorrado al Ayuntamiento diecisiete pesetas. Esta buena obra, sin embargo, no tiene compensación; los chicles pisados no se pueden alegar como paliativos en la declaración de la renta ni modifican los tributos municipales. La cifra de lo que le cuesta al Ayuntamiento retirar un chicle de viscosidad media de la calzada -las diecisiete pesetas- es el resultado de un cálculo científico y así lo expuso, a modo de reproche, el alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, horas antes de emprender un paradójico viaje a Sevilla a ver a Alahor en Granada. Abruma que la Administración se entretenga en obtener cifras microscópicas para saber qué le cuesta la incivilidad o, incluso, el deterioro personal de los contribuyentes. Porque si los secretos economistas encargados de aplicar el minimalismo a la contabilidad son capaces de calcular qué cuesta despegar un chicle del pavimento sumando el desgaste de las máquinas, el sueldo del operario, la Seguridad Social, etcétera, también sabrán, por ejemplo, cuánto supone barrer un gramo de legañas o limpiar las lágrimas de un llanto. ¿Qué precio paga el erario público por la pérdida del pelo? Una pequeña fortuna, sin duda, si se suma el parque de calvos de cada ciudad. Frente a estas cifras ajustadas, en cambio, los informes económicos a gran escala no se ponen de acuerdo en el número de pobres de Granada. Un informe que maneja el secretario de Cáritas, Silverio Agea, asegura que el 41,5% de la población es pobre, aunque admite cinco subdivisiones de pobres. En cambio, otro grueso informe presentado por el presidente de la Diputación, Antonio India, y por el de la Caja General de Ahorros, Julio Rodríguez, matiza las cifras y alivia, mediante operaciones aritméticas, el promedio de indigentes, lo cual no deja de ser una obra de caridad, igual que pisar el chicle y ahorrar al Ayuntamiento un desembolso de diecisiete pesetas. Supongo que si todos los ciudadanos pisáramos una docena de chicles cada día y recogiéramos los pelos perdidos aumentaría la renta por cabeza y Granada sería una ciudad más próspera.

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