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Entrevista:

"El futuro no es una extrapolación del pasado"

Heinrich Rohrer inventó hace 15 años el microscopio de efecto túnel y obtuvo por ello el Nobel -junto a Gerd Binning- en 1986. El aparato lo valía: ese microscopio ha sido la llave para entrar al extraño mundo de la nanoescala, donde todo pasa a distancias de millonésimas de milímetro y las leyes que cuentan son las de la mecánica cuántica. Gracias a esta herramienta es posible ver los átomos uno a uno, e incluso jugar con ellos como si fueran cuentas de colores. ¿Para qué? Pues por ejemplo para producir ordenadores más potentes, fármacos más eficaces o materiales que reaccionan a su entorno: superficies que se limpian solas, que cambian de color si hay un escape químico.... Hay quien hace incluso microscópicas (o más bien nanoscópicas) composiciones artísticas con átomos. A sus 65 años Rohrer está hoy retirado, pero colabora con muchos grupos de investigación, sobre todo en España y Japón y mantiene el suyo propio en la sede de IBM en Zurich. Observa con placer las múltiples líneas de investigación que abrió su microscopio, pero se burla de las aplicaciones fantásticas que sueñan quienes ven en la nanotecnología el remedio a todos los problemas del futuro. Rohrer intervino la semana pasada en una reunión hispano-japonesa sobre nanotecnología celebrada en Madrid en el Laboratorio de Física de Sistemas Pequeños, del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

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Pregunta: ¿Se esperaba que el STM (Scanning Tunnel Microscope) o microscopio de efecto túnel diera pie a una ciencia con tantas aplicaciones?

Respuesta: No. Piense en el transistor, por ejemplo: nadie hubiera imaginado hasta dónde nos llevaría. La evolución en la ciencia es muy difícil de predecir. Simplemente sucede, no se anticipa lo que va a ocurrir. Aunque es cierto que en este caso los avances han sido muy rápidos, ha sido un desarrollo exponencial; es lo que suele pasar cuando ya hay bastante gente trabajando en algo y de repente surge una nueva herramienta útil.

P. ¿Qué avances concretos de la nanociencia resaltaría?

R. Ahora podemos hacer transistores controlando el movimiento de un único electrón, por ejemplo. Pero ya no se trata de ver al transistor como el componente de un circuito clásico de electrónica, sino como algo que nos permite controlar el flujo de carga eléctrica electrón a electrón. Es algo más importante, con más implicaciones, que un simple avance más de la electrónica. Así es como funciona la naturaleza: a base de transferir de una parte a otra partículas cargadas individuales, iones. Así es como modifica el comportamiento de las células.

P. ¿Y en cuanto a las aplicaciones?

R. Con la nanotecnología podremos hacer un transistor mil veces mas pequeño. Pero mi punto de vista aquí es un poco distinto. Pienso que tal vez dentro de 20 años no queramos tener un transistor mil veces mas pequeño, sino algo totalmente diferente. Ser capaz de hacer algo es una cosa, querer hacerla es otra.

P. ¿Qué cree que querrá la gente dentro de 20 años?

R. Creo que es más importantes desarrollar nuevos conceptos, tener una visión diferente de las necesidades. Le pondré un ejemplo: hoy tenemos sistemas para almacenar y sistemas para procesar, totalmente separados entre sí, y para funcionar hay que ir de un lado a otro. Pero el cerebro funciona de forma muy distinta, procesa todo a la vez. Y ademas de procesar y almacenar hace muchas otras cosas: gustar a otras personas, enfadarse... La idea no es copiar al cerebro, sino pensar en hacer algo de forma distinta a como se hace ahora. Yo creo que ésa es la línea del futuro. Ahora bien, qué usaremos en el futuro... no lo sé.

P. Ya hay nanomáquinas que funcionan como pequeños motores. ¿Cree que es interesante seguir en esta línea?

R. Sí, un ejemplo muy simple de lo que puede hacer una nanomáquina es nuestro trabajo en el laboratorio de Zurich. Estamos desarrollando un aparato de almacenamiento con un millón de cabezas lectoras (hoy tienes una cabeza lectora por disco magnético). Si podemos miniaturizar mucho las cabezas lectoras tal vez podamos juntar un millón, y éstas a su vez pueden integrarse en una superficie mayor... Es un modo simple de hacer nanomáquinas: miles de cabezas lectoras y grabadoras trabajando al mismo tiempo. También hay ejemplos en la naturaleza, de nuevo: las células pueden ser consideradas micromáquinas; su tamaño es de micras y controlan procesos a escalas nanométricas. Pero el verdadero problema no es cómo hacer nanomáquinas, sino qué se quiere hacer con ellas.

P. Se ha dicho que la nanotecnología resolverá problemas medioambientales, que habrá nano-robots patrullando por la sangre, curando heridas, reparando caries... ¿Es eso realista?

R. Se han dicho bastantes idioteces. Pero, aparte de eso, lo que sucede es que vemos el futuro como una prolongación de lo que hacemos ahora, y no creo que sea así. El futuro no es simplemente una extrapolación del pasado; será muy diferente de lo que nosotros imaginemos ahora. Si queremos hacer nanomáquinas que viajen por la sangre, podremos hacerlo. La cuestión es que tal vez no queramos. De nuevo, la naturaleza es muy elegante, no manda micromáquinas por la sangre, sino moléculas que deben encontrar el lugar correcto y ensamblarse con otras para llevar a cabo su función.

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