La policía británica arresta al general Pinochet en una clínica de Londres
Decenas de latinoamericanos se congregaron con pancartas a las puertas del hospital
En una cama de un hospital de Londres, el exdictador chileno Augusto Pinochet contemplaba anoche por primera vez la posibilidad de comparecer ante un tribunal por asesinato. Veinticinco años y un mes después de encabezar el sangriento derrocamiento del gobierno democrático de Chile, la suerte de Pinochet está en manos de España. Si los policías que lo custodian en su habitación del London Clinic se lo han permitido, el octogenario general podría haber visto desde su ventana que la decisión española ha provocado el furor internacional. Con pancartas de "asesino", fotografías de los desaparecidos y gritando "Gracias España", decenas de latinoamericanos se congregaron a las puertas del prestigioso hospital.
Acompañado sólo por policías de Scotland Yard, Pinochet, de 82 años, permaneció dos horas incomunicado, según contó en Santiago de Chile el presidente de la fundación que lleva su nombre, el general retirado Luis Cortés Villa. "Estaba durmiendo en su habitación y a las 12 de la noche, sin respetar nada, le informaron de que estaba detenido y sólo después de dos horas dejaron que entrara el médico a la pieza". Según dijo, sólo la intervención del embajador chileno en Londres, Mario Artaza, permitió que le fuera levantada la incomunicación y se restableciera la atención sanitaria. "Es un acto de cobardía contra una persona que recién se ha operado, que está con medicamentos y aparatos". La opinión era otra en la calle, junto a la clínica. "Es la primera oportunidad para que se haga justicia. En Chile siempre nos la han negado porque el Gobierno protege a Pinochet", dijo la chilena Nicole Drouilly. Su hermana J. Paulette fue detenida en 1974, un año después del golpe. Nunca volvió a saber de ella.
Ernesto Leal, soldador y dirigente del sindicato británico de transporte, dice que jamás olvidará la semana de interrogatorio y el mes que pasó en un campo de concentración. Había trabajado en un progama educativo patrocinado por el Gobierno socialista de Salvador Allende. "La llaga no cicatrizará hasta que no se haga justicia. Ahora, por lo menos, el intocable está siendo humillado", declaró.
Mientras unos y otros gritaban "Ni olvido, ni perdón. Pinochet al paredón", Vicente Alegría, vicepresidente de la Organización Nacional de Exiliados Chilenos (ONECH), moderadores de la concentración, se mostraba esperanzado. "Pinochet debe pagar por sus crímenes", dijo ayer frente a la clínica.
Para los más jóvenes, la presencia del exgeneral en Londres produce un resquemor inaguantable. "Trato de no llorar, pero siento asco y ganas de vomitar. Yo no conocí las persecuciones ni la tortura, pero he vivido toda mi vida con las marcas y pesadillas de mis padres", cuenta Nicole Valenzuela, estudiante de 18 años. "Pero esto es un juego. Está tan viejo que no le van a hacer nada. Lo soltarán".
Eso está todavía por ver. Pinochet no puede dejar el Reino Unido. Pese a las protestas de Santiago, su pasaporte diplomático no le provee de inmunidad ante la policía británica. Ahora Londres está a la espera de que Madrid pida formalmente su extradición. "España tiene 40 días para formalizar su solicitud", explicó un portavoz de Scotland Yard poco después de que agentes policiales informaran al exdictador de que a partir de las 15.00 horas de ayer estaba bajo arresto por solicitud de España.
Oficialmente, las autoridades británicas no confirman ni desmienten que Pinochet está en el London Clinic, donde fue operado de una hernia de disco hace nueve días. "No comment" (sin comentarios), fue la lacónica respuesta de un portavoz del hospital. Tampoco quiso confirmar que se encontraba internado. "No hay nadie con ese nombre", dijo otro funcionario.
La situación del exdictador permanece confusa. Aparte de que está arrestado, con policías armados montando guardia ante su habitación y en los alrededores del hospital, no se sabe, por ejemplo, si está en condiciones de ser dado de alta. Tampoco si podría pasar a ser detenido en una comisaría o permanecer bajo arresto domiciliario en otro lugar. El embajador chileno difícilmente puede ofrecerle alojamiento, porque ello sumiría las relaciones chileno-británicas en una enorme crisis. Pinochet fue ingresado el 8 de octubre tras un vano intento por curarse en París. Francia se negó a concederle el visado y el general acudió a Londres, en una operación cuidadosamente planeada para mantenerlo en el anonimato. Acompañado de una de sus hijas, un guardaespaldas y un funcionario de la embajada de Chile, Pinochet firmó el formulario de admisión con un nombre falso. Anoche no estaba del todo claro si eso podría constituir una violación de leyes británicas.
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