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Reportaje:

Octubre, un mes 'maldito' para la Bolsa

"Lo único que se sabe de la Bolsa es que los precios suben y bajan, aunque no necesariamente por ese orden", viene a decir un viejo refrán del parqué. Pero los analistas intentan sacar conclusiones de experiencias anteriores para intentar explicar la crisis actual. "La política monetaria diseñada por los bancos centrales se ha modificado sustancialmente", afirma José Ignacio Gutiérrez Laso, de Beta Capital. " En 1929, la Reserva Federal (el banco central de Estados Unidos) se asustó ante el tamaño que había tomado la burbuja especulativa bursátil y decidió subir los tipos de interés. Ése fue un gran error, ya que originó una crisis de liquidez que terminó por afectar a todo el sistema productivo norteamericano".

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Efectivamente, "los bancos, que habían estado comprado acciones a crédito, al tiempo que prestaban dinero a sus clientes para que hicieran lo mismo, se encontraron con la obligación de ir depositando garantías por las acciones adquiridas en cuanto las cotizaciones comenzaron a descender por el encarecimiento del precio del dinero", afirma Blas Calzada, jefe del Servicio de Estudios de la Bolsa de Madrid.

Como resultado de ello, entre 1929 y 1933, el producto interior bruto de Estados Unidos descendió un 46%, mientras que el paro se disparó desde 1,5 hasta 13 millones de desempleados. El proceso fue imparable, y sólo el inicio de la Segunda Guerra Mundial pudo detenerlo. "Tenía que durar 10 años y extenderse a todo el mundo industrial", escribe el economista norteamericano John K. Galbraith, quien, tras recordar que fue paliado en parte gracias a las políticas activas públicas, reconoce que "fue la guerra, y no la sabiduría económica, lo que llevó al final de la depresión".

Aunque las repercusiones en la economía española fueron indudables y llevaron a la crisis social del periodo 1930-1936, lo cierto es que a nivel bursátil pasaron inadvertidas para el gran público, alejado de un mercado en el que sólo especulaban los muy ricos.

También pasó inadvertida para la mayoría de los españoles la crisis bursátil de 1973-1974, producto de un grave problema de la economía real: la primera crisis del petróleo, que dejó a los países industrializados sin el necesario oro negro para hacer funcionar sus industrias: el mercado neoyorquino llegó a retroceder un 48%; algo similar ocurrió con la segunda crisis energética de 1980-1981, que estuvo a punto de acabar con el, en aquellos años, escaso negocio bursátil.

Pero en octubre de 1987 la situación había cambiado. El entonces ministro de Economía, Miguel Boyer, cuantificó en cinco millones de españoles los que habían dirigido sus inversiones hacia una Bolsa que, nuevamente, subía como la espuma y ofrecía unas revalorizaciones que no parecían tener fin.

Nueva York era, de nuevo, la referencia obligada por los parqués de todo el mundo. Y Wall Street parecía gozar de la mejor salud del mundo, con fuertes ganancias en medio de subidas de tipos de interés, una contradicción que debió hacer reflexionar a los operadores: lo lógico es que la subida de tipos, al reflejarse en los mejores rendimientos de la renta fija, perjudique a las cotizaciones de la renta variable. Pero nada de eso sucedió hace 11 años. La formación de una nueva burbuja especulativa fue inevitable, así como su pinchazo posterior.

La experiencia de 1929, sin embargo, fue crucial para evitar que los efectos del nuevo crash afectaran sustancialmente a la economía real: a pesar de mes y medio de angustia en los mercados, las autoridades monetarias bajaron los tipos de interés e inyectaron dinero en el sistema para evitar la falta de liquidez. Como resultado, el crecimiento disminuyó durante un par de trimestres y descendieron los beneficios empresariales, pero poco más.

Ésa es la fórmula aplicada estos días por Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, quien, superando sus temores a un repunte de la inflación, ya ha rebajado en dos ocasiones el precio del dinero en EE UU - ha recomendado a otros países que hagan otro tanto- y considera que si la crisis continua será necesario acometer nuevos recortes. Puntualmente, el abatamiento del precio del dinero se traduce en recuperaciones de los mercados, pero su efecto está siendo efímero.

Parece que la situación actual no es la misma que hace 11 años. Los tipos de interés están en niveles mínimos, aunque eso no ayuda a las bolsas a medio plazo. "Los movimientos de capitales abarcan todo el mundo y por eso la rebaja de los tipos de interés no ha cumplido esta vez su papel. Los bancos centrales no entienden estos movimientos", afirma Calzada.

"No creo que haya octubres malditos para la Bolsa, lo que se está evidenciando en esta coyuntura es que los mercados se ven influenciados por los flujos de fondos -olvidando los fundamentales-, y son quienes han mandado en la tendencia", afirma Antonio Zoido, presidente de la Bolsa de Madrid.

El peligro, según algunos expertos, es que las pérdidas cosechadas por los inversores en Bolsa, que Greenspan cuantificó en 210 billones de pesetas en EEUU y que a nivel mundial podrían superar los 500 billones de pesetas (más de seis veces el PIB español), desencadenen una crisis de la demanda y una contracción crediticia. ¿Estamos ante un riesgo de recesión para el futuro o, incluso, de depresión?

"No estoy seguro de lo que está pasando", confiesa Calzada,pero lo que me da miedo de esta crisis es que no se le ve salida". Así, la leyenda de los octubres malditos continúa.

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