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Los republicanos proponen ahora reducir a tres los cargos contra Clinton

Muy lejos todavía de su final, el culebrón del caso Lewinsky sigue deparando sorpresas. La última es que la decisión de los republicanos de comenzar el proceso de impeachment de Bill Clinton se está volviendo contra ellos. Las encuestas de los últimos días muestran que la insistencia del partido del elefante por procesar al presidente ha reducido la previsible amplitud de su victoria en las elecciones del 3 de noviembre.

Sintiendo el peligro, los republicanos proponen ahora reducir las acusaciones contra Clinton y acortar la duración de la investigación parlamentaria aprobada por el pleno de la Cámara de Representantes. Henry Hyde, presidente republicano del comité de Asuntos Judiciales, ha declarado que quiere simplificar los cargos contra Clinton -15 según el recuento oficial aprobado la pasada semana- a los tres básicos: mentira bajo juramento, obstrucción a la justicia y presiones a los testigos. Y acelerar las cosas para que la instrucción esté terminada antes de finales de año.

Hyde desea que el comité comience sus trabajos inmediatamente después de las elecciones y los termine en Navidad, es decir, durante el periodo de transición entre una y otra legislatura. La Casa Blanca no ha podido evitar comentarios sarcásticos. "Quizá los republicanos estén manejando las mismas encuestas que nosotros", ha declarado su portavoz. Esas encuestas afirman que el electorado ha reaccionado mal a la decisión de la Cámara de Representantes de comenzar una instrucción contra Clinton que puede conducir a su destitución. La decisión fue adoptada la pasada semana por todos los miembros de la mayoría republicana y 31 congresistas demócratas hostiles al presidente. Los republicanos esperaban que los próximos comicios se tradujeran en una ampliación de su actual mayoría en las dos cámaras del Congreso. Pero los sondeos reflejan que, por el contrario, los demócratas acortan distancias, beneficiándose de un hastío masivo por el caso Lewinsky.

Reacción europea

El culebrón puede ser demasiado largo y tener un argumento banal y hasta sórdido para algunos gustos, pero, desde luego, está revelando algunas verdades sorprendentes. La primera es que, en contra del tópico, la mayoría de los norteamericanos no juzgan a su presidente con criterios moralmente puritanos sino a partir de la eficacia de su trabajo como gestor de los asuntos públicos. Más adulta y semejante a la europea de lo que se pensaba, la opinión pública de EE UU no ha cambiado de actitud desde el comienzo del escándalo. Sigue sosteniendo en sus dos terceras partes que las relaciones sexuales de Clinton con la becaria son un asunto entre él y su esposa, y que el presidente es un buen político aunque no la persona que desearían tener como canguro de sus hijas. También creen que sus presuntos delitos merecen una censura moral pero no su dimisión o destitución. La Casa Blanca y el comité de Asuntos Judiciales informaron ayer que sus respectivos equipos legales se reunirán el martes para ponerse de acuerdo sobre una serie de hechos y principios básicos de la investigación

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