Bruselas sostiene que la reforma agrícola beneficiará a todas las partes
La reforma en ciernes de la Política Agrícola Común (PAC) será poco menos que milagrosa. Todos quedarán contentos. Los consumidores, porque verán bajar los precios. Los agricultores, porque verán aumentar sus ingresos, aunque disminuyan. Así lo anunció ayer su profeta, el comisario de Agricultura de la UE, Franz Fischler, apoyándose en sendos estudios elaborados por las universidades de Bonn (Alemania) y de Amsterdam (Holanda), que, sin embargo, critican el escaso empuje liberalizador. La reforma de la Política Agraria Común, uno de los pilares de la Agenda 2.000, que proyecta los gastos comunitarios para el primer septenio del siglo XXI, reduce el proteccionismo salvaje al rebajar las subvenciones a los precios intervenidos, manteniendo las ayudas directas al consumidor. Es tímida. Ambos informes -ninguno de ellos, ¡ay, el azar!, de universidades del sur de Europa- la tildan de "conservadora", pues liberaliza poco las importaciones.
Pero el comisario de Agricultura, Fischler, no se fijó en eso, sino en los elogios sobre el impacto de su plan en el crecimiento económico, los precios al consumidor y las rentas de los agricultores. Primera profecía, la contribución al crecimiento económico.
Si, efectivamente, se reducen los precios y los costes salariales, el producto interior bruto (PIB) global experimentaría un aumento adicional mínimo de dos décimas en el año 2005, evolucionando posteriormente hacia un ritmo anual de cuatro décimas. Segunda profecía. La reducción de precios, en caso de trasladarse completamente a los consumidores de la Unión Europea, les ahorrará un mínimo de 10.000 millones de euros (1,6 billones de pesetas) y un máximo de 17.000 millones de euros (2,8 billones de pesetas).
Pero difícilmente ese traslado será completo. Los sectores alimentarios y de la gran distribución se llevarán un buen bocado de la reducción, advierten las universidades.
Tercera profecía. Las rentas de los agricultores de la Unión aumentarán entre un 22% y un 34% en términos reales y por unidad de mano de obra respecto al periodo comprendido entre los años 1992 y 1996, por la adaptación estructural y la reducción salarial de la mano de obra agrícola. Pero la renta agrícola global se reducirá entre un 6% y un 8%.
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