_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Con Slobo no será posible

Casi todos felices. La OTAN, porque se evita por ahora una intervención en la que no cree y arrancada con fórceps entre sus miembros. Milosevic, Slobo para los suyos, porque comprueba una vez más el efecto milagroso que sus promesas tienen sobre los poderes occidentales. Dirigiéndose a su pueblo por televisión -una opinión pública abducida por la propaganda estatal- para anunciar el acuerdo, el dictador serbio ha omitido los términos del ultimátum de la OTAN. No ha dicho palabra sobre sus concesiones. Y ni mucho menos ha pronunciado los términos autonomía o autodeterminación referidos a la provincia serbia de mayoría albanesa. En su lacónico mensaje, que parece referido a una realidad por completo ajena a la descrita por Holbrooke, ha hecho hincapié, por el contrario, en un Kosovo que permanecerá dentro de Serbia.Para los bien intencionados, un Milosevic doblegado se ha visto forzado a salvar la cara; al fin y al cabo fabricó un referéndum en abril para que los serbios dijeran abrumadoramente no a cualquier injerencia extranjera. Para los escépticos, el autócrata serbio ha vuelto a ganar tiempo en una situación desesperada. Su concesión real es retirar sus tropas en vísperas del invierno y permitir que llegue ayuda a las decenas de miles de albaneses que se morirán de hambre y frío. Los Tomahawk de la OTAN lo han conseguido sin ser disparados. Bienvenido.

Más información
Milosevic acepta una masiva vigilancia internacional por tierra y aire en Kosovo

Pero la trayectoria política de Milosevic, un profesional de la mentira que mantiene a Serbia en el túnel del tiempo, es ritual: beligerancia incendiaria, concesiones mínimas ante una amenaza creíble, incumplimiento sistemático de lo pactado. Nada permite suponer que esta vez va a ser diferente. El acuerdo sobre Kosovo concluído por Holbrooke no está anclado a un proceso serio de negociación, con marco, objetivo y duración establecida. Está prendido con alfileres. Los kosovares, enardecidos por la represión serbia, no sellarán nada que no desemboque en el autogobierno. El problema es Slobo. Con él, Kosovo volverá a los titulares sangrientos.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_