J.R. bendito
La escena no es muy frecuente. Gente vestida de gala con vasos de cerveza y catavinos. En la tribuna, junto al anfitrión y al maestro de ceremonias, un cura, el párroco de San Joaquín Javier Pérez Montero, y un socialista, el candidato a la alcaldía de Sevilla Alfredo Sánchez Monteseirín. El PNV no contaba con esta alianza contra natura en plena campaña vasca. El páter bendijo el megarestaurante que Juan Robles ha abierto en el Aljarafe. Puede que algún portavoz del Vaticano impugne esta bendición porque el propio Robles confirmaba que José Saramago figura en el libro de honor del restaurante matriz como comensal gozoso y recalcitrante. Negar a Saramago desde la Iglesia es negar al Bernanos que lleva dentro, es negar a la Santa Teresa reciclada que lleva fuera. A Robles le gustan los retos difíciles. Primero se subió a la colina del loco Jesús Quintero comprándole el café de Placentines. Ahora se sube a este otero del Aljarafe donde se hermanan Castilleja de la Cuesta y Bormujos de Juan Diego. El negocio lo inició su padre en 1935 con una bodeguita en la Puerta Osario. Vienen de Villalba del Alcor, la de los buenos taberneros, no la de Fraga. Manuel Chaves se multiplicaba para que nada desentonara en la puesta de largo. No era el presidente de la Junta sino el maître de Robles, tocayo de nombre y apellido del inquilino de San Telmo. Muchos invitados de diversos ambientes. Estaba Antonio González Cordón, el arquitecto que diseñó el nuevo estadio del Betis, el Coliseo que desató la guerra entre Lopera y la constructora Agromán. A este paso, el platillo volante no va a estar en la primera vuelta ni en la segunda. Estará listo para los Encuentros en la tercera fase. Saramago comió en Robles, disfrutó del oficio de J.R. y de los postres de Laura Robles. El ganador del Nobel 98 recibió en el 95 el premio Camoens y en el 91 la Palma de Oro. Así se llama el bar que regenta Rafael Delgado, quien muestra una foto de Saramago con los integrantes de la tertulia poética Cuadernos de Roldán, sonrientes y apostados junto a la Casa de las Sirenas. Este bar da a las calles Jesús del Gran Poder y Hombre de Piedra. Capricho del callejero que sintetiza la paradoja del primer evangelista portugués que gana el Nobel de Literatura. El próximo año se lo tendrán que dar a Javierre para que los biris del Vaticano no monten en cólera.
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