De Iberia
Soy lector de su periódico desde el primer número, hace 22 años, y también desde hace 28 años trabajo para la compañía Iberia, actualmente como tripulante técnico de vuelo, y es éste el motivo por el que me he sentido molesto con la columna de su colaborador habitual don Eugenio Suárez, del 25 de septiembre, titulada Torrejón terminus.Comienza, don Eugenio, arremetiendo contra el supuesto monopolio de Iberia con los calificativos de "embozado y vergonzante", sin caer en la cuenta de que desde hace muchísimos años, en vuelos internacionales, Iberia ya competía con compañías extranjeras; desde hace varios años también compite en vuelos nacionales con otras líneas españolas y desde primeros de este año, cualquier compañía europea es libre de cubrir cualquier trayecto dentro de España.
Si él pudo volar de San Sebastián a Madrid fue precisamente gracias a ese "monopolio" o "tontipodio" como lo llama, ya que curiosamente ninguna otra compañía cubre ese trayecto, quizá por ser poco rentable. Si tan poco le gusta volar con nosotros podía haberse ido a Bilbao y coger otro vuelo más de su agrado.
A continuación demuestra no leer ni siquiera El País Madrid, ya que si lo hiciera recordaría un reportaje publicado a primeros de verano comentando el aniversario de la apertura de Torrejón al tráfico civil. Por tanto, se equivoca al decir que se inauguró a principios de este verano.
Cuando dice el Fokker bimotor "desvela sus nostalgias" entiendo que don Eugenio ya peina alguna cana, por lo que no comprendo cómo califica después a las azafatas de "una compañía de aviación de la Comunidad Valenciana, que no deja de ser exótico" como "competentes jóvenes y agraciadas, lo que ya no puede decirse que ocurra en las grandes líneas mundiales y que con una sonrisa aún deteriorada ofrecen bocadillos como los que dan en las bodas de poco pelo".
¿Será partidario de que las azafatas, a los 23 años, se vayan al paro, o a otro trabajo aunque les guste menos que volar? Lo de los bocadillos no se lo puedo rebatir porque nunca he asistido a bodas de "poco pelo" y en las normales nunca me han dado un bocadillo.
Pero el colmo de dicha columna es el desenlace. Tanta historia para luego rematar que al llegar su autobús desde la escalerilla del avión a la plaza de Colón, faltaba su equipaje. ¡Pero hombre! ¿Cómo se le ocurre pasar del avión al autobús directamente, como único pasajero y no preguntar por su equipaje? ¿Creyó que los empleados adivinarían cuál era su maleta? En realidad, don Eugenio olvidó su equipaje en Torrejón, no se lo perdieron, pero mira por dónde no ha tenido que devanarse el seso para rellenar una columna y encima cobrar por ello.-
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