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La declaración de un ex presidente que exuda chantaje por todos los poros

Por todos los poros de la declaración de Adolfo Suárez en el juicio oral del caso Banesto, el pasado lunes 5 de octubre, supura una palabra: chantaje. Por primera vez Suárez reveló que fue el propio Mario Conde quien le llevó fotocopias de los documentos del Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa) robados por el ex coronel Juan Perote a su domicilio, en La Florida, de Madrid y a continuación le pidió que le gestionara una entrevista con el presidente del Gobierno, Felipe González."Me enseñó una especie de documento con forma de libro. Lo hojeé por encima, tomé notas, él lo recordará, supongo. Parecían documentos elaborados por un servicio del Estado. Me dijo que quería que el Gobierno los viese y que no tenía vínculos para llegar a él", explicó Suárez, y dijo que había descripción de "operaciones atípicas del Gobierno" que de ser ciertas podían ser muy graves. Se refería a los papeles del Cesid sobre la guerra sucia contra ETA. Suárez, pues, según explicó, habló con González para que considerase recibir a Conde o a su abogado, Jesús Santaella. Días después, recibió en su domicilio a Santaella con quien estuvo estudiando los documentos. Y el 18 de mayo de 1995, explicó el lunes Suárez, visitó a Conde para volver a considerar el asunto.

Mario Conde salió de prisión, tras coincidir con Julián Sancristóbal, ex director de la Seguridad, el 31 de enero de 1995. Tomó contacto con el coronel Perote y urdió su plan para librarse del caso Banesto y obtener una indemnización de 14.000 millones, lo que, según decía, había perdido con la intervención del banco. Sus principales piezas sería Adolfo Suárez y José Barrionuevo.

Todo comenzó para Suárez, en realidad, un mes antes del 21 de marzo. El miércoles 22 de febrero de 1995, el ex presidente del Gobierno recibió en su despacho de la madrileña calle de Antonio Maura a Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, y a Juan Alberto Perote, entonces coronel del Cesid, ex jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (AOME). Ambos se presentaron con la voluntad de "ayudar" a Suárez porque, según le dijeron, podía ser objeto de una campaña de desacreditación por parte del Gobierno socialista en la que pretendían responsabilizarle por acciones de guerra sucia anteriores a los GAL. Le hablaron de una cinta grabada en el Cesid cuando siendo presidente Suárez visitó sus instalaciones. El citado periódico la hizo pública, días después de la visita a Antonio Maura. Fue el 27 de febrero.

El 15 de marzo de 1995, Suárez recibió en su despacho un sobre sin remitente con el emblema del Cesid. Era un presunto informe confidencial en el que se informaba de un grupo de trabajo de reciente creación para sacar a luz trapos sucios de los gobiernos de Suárez y de Leopoldo Calvo Sotelo. Seis días después, el 21 de marzo, según ha relatado ahora Suárez, recibía a almorzar a Conde, a petición de éste, en La Florida.

El libro al que ha hecho referencia Suárez era la narración novelada de Perote, con asistencia de un abogado, sobre la guerra sucia. Incluía fotocopias de documentos del Cesid y prometía, en origen, tener "en cuerda floja", según costumbre judicial, ciertas grabaciones magnetofónicas que aparecían transcritas en el texto.

Suárez fue quizá una de las primeras personas que accedió al libro que le llevó personalmente Conde. Hasta el pasado lunes, Suárez solo había admitido públicamente haber recibido al abogado Santaella, quien le habló de "temas muy delicados" Pero ahora es público, y dicho en sede judicial, que fue Conde quien le inició en el famoso libro y le pidió una entrevista con el presidente del Gobierno. Conde, paralelamente, se reunió con el ex ministro de Interior, José Barrionuevo. Fue para proponerle un pacto con el Gobierno. Su seguridad jurídica a cambio de los papeles del Cesid..

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Una vez abiertas las vías con Suárez y Barrionuevo, dejó el trabajo siguiente a su abogado Santaella, quien se reunió con ambos varias veces. Santaella, por su parte, inició en abril de 1995 contacto con el ministro Juan Alberto Belloch. Ese mismo mes de abril, Santaella acudió también a Suárez para lograr un voto en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el del vocal José Dávila, electo por el Centro Democrático Social (CDS) a fin de lograr en el pleno un voto favorable contra la renovación, o su renovación con ciertas condiciones, del juez Manuel García Castellón, que llevaba el caso Banesto.

Otro mensaje que transmitió Suárez, tras la visita del 18 de mayo a Conde, fue dirigido al director del Cesid, Emilio Alonso Manglano. Si no declaraba lo que Conde deseaba ante el Supremo sobre el informe Crillón, el 1 de junio de 1995, estallaría una bomba de Perote. Las escuchas del Cesid fueron publicadas por El Mundo el 12 de junio.

Suárez y Belloch lograron que González recibiera a Santaella en la Moncloa el 23 de junio de 1995. Nada salió de allí. Vino un nuevo bombardeo periodístico en el verano de 1995.

Lo que Suárez sugirió el pasado lunes es que Conde le reservaba la espada de Damocles de los 300 millones. Ya desde su primer contacto, en la Florida, el chantaje era el arma del ex banquero.

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